“Vanguardia escultórica en la colección Bellapart”

“Vanguardia escultórica en la colección Bellapart”

Vanguardia escultórica en la colección Bellapart” constituye un acontecimiento. Aquí se yergue una  exposición colectiva compuesta de cuatro muestras individuales… de cuatro gigantes de la escultura: cual sea su nacionalidad de origen y su país de residencia, sus obras forman parte de la escultura dominicana, que probablemente nunca recobre tanto vigor ni tanta vigencia.

Manolo Pascual, Luichy Martínez Richiez, Antonio Prats-Ventós y Gaspar Mario  Cruz son cuatro escultores “míticos”; un quinto hubiera podido figurar al lado de ellos, Domingo Liz, pero su pintura y su dibujo, ambos excelentes, compitieron ventajosamente con una obra escultórica de excepción… y de decepciones.

Manolo Pascual. Ya expresamos que la selección, fehaciente de la calidad de las piezas atesoradas y del don de saber coleccionar, desde el umbral del vastísimo salón y la primera mirada, nos brinda felicidad visual.

Manolo Pascual abre lógicamente esta grandiosa exhibición, siendo por edad el mayor, primer director de la Escuela Nacional de Bellas Artes y su mentor docente. Las obras permiten apreciar su singularidad y cómo él pasa de la tradición y continuidad casi clásica en cabezas y retratos, a un desafío audaz cuando materializa, en el metal, criaturas circenses y una fauna tan extraña como real, ¡siendo el padre del reciclaje! Esa vertiente de su creatividad ha conservado hoy su sello de vanguardista contemporáneo, entre el virtuoso hacedor y el feroz humorista… El Pelícano es un testimonio fascinante de una estética anticipadora.

Luichy Martínez Richiez. Esa misma anticipación a la época la demostró Luichy Martínez Richiez, y las magníficas obras expuestas lo confirman. Observamos cómo ese dominicano, parisino durante décadas, dominaba, de manera excepcional, la talla directa en madera, sacando los volúmenes, modulando los cortes, labrando vigas centenarias, ¡y cuán orgulloso se manifestaba al conseguirlas! La terminación destaca una superficie suntuosa… de piel morena: no nos sorprende, puesto que su escultura se singulariza por una exuberancia erótica y una idolatría, tanto masculina como femenina, de la sexualidad, así la secuencia “Erótico-Fantástica” o “Erótico-Orgánica”, según él mismo las intitulaba. Esta atrevida impetuosidad en el arte hoy no choca a (casi) nadie, y una extrema sensualidad formal se inscribe naturalmente en la expresión contemporánea.

Anhelamos una retrospectiva de Luichy… en el Museo Bellapart.

Antonio Prats-Ventós. Ese “dominicano converso” continúa siendo el maestro absoluto por obra, sino también por enseñanza y seguidores, y su partida ha dejado un vacío… que se amplía con el tiempo.  Aquí, el equilibrio, la armonía, la seducción en la caoba policromada de sus espigadas damas se alían increíblemente con el tratamiento adrede rústico y agresivo de su “apropiación” -si no sacralización- de árboles muertos: la generosidad de su representación, inteligentemente escogida, permite apreciar aquella manufactura esplendorosa. Percibimos, a través de la virtuosidad técnica y de la pluralidad expresiva, un estilo único por su diversidad, neo-figurativa y abstracta, y el por qué se identifica con la escultura dominicana, considerándose Antonio Prats-Ventós su principal gestor y mentor. Como lo dijo María Ugarte, su excelsa analista, él “tuvo como meta principal en todos los momentos de su andadura artística, perseguir el ideal de la belleza.”

Gaspar Mario Cruz. El alma y el corazón,  la energía y el oficio se funden en la escultura de Gaspar Mario Cruz, inspirado tallista de la segunda Edad-Media (como han calificado a nuestra época) al igual que lo hubiera sido en la primera y sus catedrales… El impresionante despliegue de piezas renueva la emoción sentida ante tal hazaña escultórica y el recuerdo de un ser diminuto e inmenso, hacedor de la gran obra hagiográfica dominicana. Como nadie, él une a  la humanidad, imbricada y solidaria, en magníficos conjuntos grupales. Su última obra, un monumental Baquiní del 2006, se convierte en el bloque místico del Génesis y la vida eterna.

Ahora bien,  nos consta que, cual sea su tamaño, las piezas poseen calidad de monumento y sugieren la infinitud discrecional de escala. No solamente admiramos las formas genialmente inextricables de la madurez y la postrimería incansable, sino un raro testimonio de los comienzos, la modesta pareja de los amantes: era ya una obra maestra que le abrió las puertas de la academia. Gaspar Mario Cruz cierra gloriosamente una exposición “real-maravillosa”.

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