“¿Y… qué hace un rey?”

“¿Y… qué hace un rey?”

Hace unos meses corrió la noticia de que un rey, apreciado por sus gentes y en otras latitudes, se hallaba en la picota pública por haberse dicho que se dedicaba al increíble hobby de cazar elefantes. Ni hablar de que los ecologistas y las sociedades protectoras de animales y de especies en extinción lo criticaron fuertemente, cuanto que en estos tiempos a muy pocos  se les ocurre siquiera molestar a uno de estos nobles animales, mucho menos si este se encuentra en su natural hábitat.

Pocos  años atrás, a ese mismo rey, un mandatario atípico de un país hispanoamericano típico, le  preguntó hizo una pregunta algo insólita: “¿y qué hace un rey?”. Lo cual se vio como una cierta ingenuidad o necedad, impropia y fuera del rigor protocolar. El rey ni nadie se molestaron en responder la famosa pregunta. Sin embargo, parecería interesante seguirle la corriente a nuestro vernáculo gobernante, luego de que se hace patente que mandatarios de grandes naciones aparecen diariamente como protagonistas de escándalos de corrupción y de faldas.

Y no menos preocupante son las respuestas que se obtienen cuando se hace la misma cándida pregunta a ex mandatarios, quienes con frecuencia están apareciendo en escenarios de negocios de grandes corporaciones, juntos con ex embajadores y ex funcionarios de gobiernos amigos.

 Estos personajes aparecen como negociadores de contratos que luego demuestran ser onerosos para nuestros países; o aparecen como consultores de las empresas cuyos contratos promovieron desde sus ejercicios administrativos o diplomáticos, y quién sabe cuántas veces resultarán ser accionistas importantes de esas transnacionales. Un libro escrito por M. Bonasso, congresista de Argentina,  citado por el columnista Fidelio Despradel, da cuenta de reuniones de esa naturaleza entre ex mandatarios de varios grandes países y personeros del mundo de los negocios, y del anterior mandatario dominicano, en interés de una firma minera.

Luego de que las monarquías fueron restituidas en varios países de Europa, su nuevo papel ha sido básicamente simbólico, de unificación nacional, de reforzamiento de la identidad y la tradición, de buenas costumbres, dignidad, honor y civismo, y de comportamiento noble y ejemplarizante, de parte de sus altezas y de sus nobles familias. Incluso, en España, en donde el rey es también el jefe de las fuerzas armadas, éste ha jugado un valioso papel para la estabilidad del sistema democrático y para la diplomacia española.

Esos simbolismos tienen su importancia, pero lo que hace un mandatario en su tiempo libre, particularmente después de los desmanes de Berlusconi,  puede ser de cuidado, especialmente si aparecen faldas no escocesas  y otras licencias no muy católicas. Mucho más preocupante es el caso de mandatarios de países sin nobleza (de casi ningún tipo) en especial para países de nuestra región,  principalmente cuando, ya en su retiro laboral, tienen largas vacaciones recreativas y turísticas, que a menudo van de la mano con ciertas contrataciones. De ahí, que para los dominicanos nunca está demás preguntar, aunque parezcamos necios o ignorantes, qué cosa hacen esos ex mandatarios cuando andan por estos lares.

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