“Yo acuso.” (1)

“Yo acuso.” (1)

“No creo que nadie…se atreva ahora a sostener que yo, al criticar actuaciones del Ejecutivo, a la luz del día, en este recinto y fuera de él…al proceder de acuerdo con las normas de la Constitución Política, a manifestar mis opiniones…ME HAYA VUELTO EN CONTRA DEL MI PATRIA. El Ejecutivo no es la patria y criticar sus actuaciones o diferir de ellas no es volverse CONTRA LA PATRIA. Actuar contra la patria es aceptar sumisamente, callar o defender cosas indefendibles. Es aceptar sin protestas que, en el desarrollo de una política personalista que no ha podido ser justificada ni explicada, a pesar de los largos discursos y de las farragosas citas, se cometan injusticias y desaciertos que nos cubrirán de vergüenza ante el mundo…Es aceptar que la politiquería interior prime sobre las actuaciones internacionales. Con ello, se traiciona a la patria. Si la patria no es un concepto antojadizo e interesado, si es algo puro, no ligado a intereses materiales, justo y bello, sus intereses se confunden con los de la verdad, la justicia y la libertad…” Pablo Neruda, Yo Acuso.

[b]“La política importa tanto por los hechos mismos como por sus consecuencias..” Pablo Neruda, Yo Acuso.[/b]

Decía Volodia Teitelboim, en el prólogo del libro “Yo Acuso”, que la palabra de Nerudiana hizo estruendos en el hemiciclo chileno de su época. Poeta, amante del amor y de la mujer (mujeres, para ser más precisa), defensor de la naturaleza y hombre y ciudadano que nunca calló sus convicciones, y muy especialmente cuando se convirtió en Senador de la República, Pablo Neruda hizo historia en su Chile amado. “Se trata de un universo desparramado, suma de muchas islas. A veces forman archipiélagos, como sus discursos en calidad de senador de la República.” La participación de Pablo Neruda en el Senado chileno (1945 1948), sus discursos poéticamente incendiarios, fueron recogidos por Leonidas Aguirre Silva en un interesante libro que tituló Yo Acuso. En 1945, después de haber sido electo senador, Pablo Neruda pronunció un incendiario discurso, que le sirvió de carta de presentación y anunciaba el derrotero de su corta carrera como congresista: “Yo represento, decía, como escritor, una actividad que pocas veces llega a influir en las decisiones legislativas…En efecto los escritores, cuyas estatuas sirven después de su muerte para tan excelentes discursos de inauguración y para tan alegres romeras, han vivido y viven vidas difíciles y obscuras, a pesar de esclarecidas condiciones y brillantes facultades…”

El libro hace un recorrido completo de la participación de Neruda en el Congreso, transcribiendo las actas de las sesiones en las que el poeta participó de manera activa. Neruda intervino y fijó posición en aspectos de todo orden: sobre los derecho de la mujer, los cuales defendió con suma pasión; la necesidad de una intervención electoral equilibrada; el uso racional del presupuesto por parte del gobierno… Aprovechó el escenario para criticar el fascismo, nazismo y el franquismo. Pero fue sobre todo un gran defensor y alentador, en su condición de congresista, de las actividades culturales.

Estuvo en el Senado por un período de tres años, hasta que en 1948, debido a sus fuertes críticas al Presidente González Videla, quien no sólo había enfrentado con violencia los disturbios sociales de los trabajadores del cobre, sino que reprimió con fuerza al Partido Comunista Chileno, que a principios de los años 40 había tenido un auge impresionante. Neruda enfrentó al Jefe de Estado Chileno con su mejor arma: la palabra escrita y hablada. Denunció a través de importantes diarios de América Latina, como El Nacional de Caracas, la situación de su país, acusando al gobierno de su país de herir de muerte a la democracia, de reprimir salvajemente a los trabajadores y de realizar hechos de corrupción. Esta acción suya tuvo sus consecuencias. El Gobierno la consideró “injuriosa y lesiva para el prestigio de Chile en el extranjero”, e inició un proceso de desafuero en contra del poeta senador. El gobierno salió triunfante, y el 3 de febrero de 1948, al Corte Suprema de Chile aprobó el desafuero en contra del Senador poeta y dos días después fue detenido. Fue perseguido, pero Neruda pudo ocultarse por casi un año. Vivió en la clandestinidad hasta febrero de 1949, cuando pudo cruzar la Cordillera de Los Andes, permaneciendo en el exilio hasta 1952.

En la última sesión en que pudo participar en el Senado, el 6 de enero de 1948, pronunció su célebre discurso “Yo Acuso”, en el cual hizo una brillante exposición en la que demostraba los compromisos adquiridos y no cumplidos por el Presidente González Videla; y acusaba al Gobierno de ser represivo con el pueblo chileno, de conducir mal las relaciones exteriores y obligar a las Fuerzas Armadas chilenas a actuar en labores policiales, y sobre todo de encadenar la libertad de expresión. En sus palabras:

“Siempre sería poco sostener que, en la última jornada presidencial, el pueblo de Chile votó por un programa y no por un caudillo, votó por principios y no por banderas manchadas por el trafico electoral, votó por la soberanía de la patria y la independencia económica y no por la subyugación y la entrega al imperialismo extranjero…

Esta experiencia fue recogida de forma poética en su famoso Canto General. Neruda, volvió a Chile, pero no abandonó nunca sus convicciones. Es posible que no coincidiera con algunas de sus ideas, el tiempo y la distancia permiten ver la realidad con otras perspectivas, pero no puedo dejar de reconocer su conciencia como intelectual y artista consecuente y comprometido con la causa chilena. Seguiremos trabajando el tema en la próxima semana con la nueva entrega “Yo Acuso (2)”.

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