POR MARIANNE DE TOLENTINO
Travesías podría evocar fonéticamente travesuras, pero no, aunque varias obras no están desprovistas de humor, se trata de una exposición muy seria. Se nos anuncia así un viaje por el mar, de una parte a otra, sin perder la noción de distancia. Javier Aiguabella, director del Centro Cultural de España y comisario, ha reunido a 17 artistas, españoles y dominicanos, un número considerable, y esa convocatoria culmina en una exposición muy importante. Se despliega en la totalidad de los espacios, en las dos plantas, incluyendo el jardín.
Cada artista presenta una obra representación suficiente si es contundente y bien seleccionada- que, al menos del lado dominicano, propone temas y formas, característicos de sus autores. Casualmente o no, los expositores criollos con excepción de uno- figuran reseñados en el libro Arte Contemporáneo Dominicano, coeditado por el Centro Cultural de España y Casa de América en Madrid. No conocemos a los españoles para reciprocar una observación relativa a su notoriedad, pero la definición y la factura de las piezas los sitúan entre creadores jóvenes o en su joven madurez, ya establecidos.
Ese encuentro bilateral no ha sido concebido como un simple conjunto. Lo vemos a manera de un diálogo, nunca forzado, entre personalidades que se integran en torno a vertientes de la contemporaneidad. La museografía, en una primera impresión, hace una distribución que privilegia lo nacional para facilitar la lectura y comparación entre las procedencias. Sin embargo, desde la segunda mirada Travesías amerita verse dos veces-, notamos que son más bien razones espaciales que han dictado los agrupamientos y la coherencia en la colocación.
Javier Aiguabella, que ha escrito un texto de una extensión y claridad poco comunes, introduce ese ensayo y análisis, demostrando gran espíritu de síntesis: Esta exposición trata de una opción personal ante el reto de comprender de algún modo el arte actual joven realizado en nuestros días en dos ámbitos culturales tan diversos como son el dominicano y el español. No era empresa fácil desde la multitud de artistas que trabajan en los dos países, por no hablar de la multiplicidad de propuestas de la mayoría. Tenía que ser por fuerza una elección subjetiva y hasta cierto punto arriesgada.
Ahora bien, como lo señalamos al principio, la excelente selección dominicana no se equivoca, correspondiendo a una élite experimental que domina la escena local, y, en su mayoría, se compone de habituados del Centro Cultural de España. El maestro Fernando Peña Defilló, hablando hace años, de sus pares generacionales y del auge similar, se refería a los inevitables. He aquí a un núcleo de nuestros inevitables de hoy para la proyección del arte actual, salvo dos excepciones, Rita Indiana fundamentalmente escritora- y Chepe que, sí, se perfila como un artista formidable-.
Pintura, fotografía y video
Periódicamente decretan la muerte de la pintura. Sin embargo, ella siempre renace de sus cenizas y no puede eliminarse como fuerza de producción de imágenes en sí, con su propia realidad. Se ha privilegiado entre los expositores españoles con pinturas de grandes dimensiones, perteneciendo a un nuevo surrealismo y neo-abstracción biológicos Felicidad Moreno y Darío Urzay-, o a la apropiación Jorge Galindo-. No son convencionales y algo herméticos como se debe. El proceso pictórico es múltiple y complejo, incluyendo los materiales, las técnicas y el criterio estético: son obras que, si no convencen a primera vista, van seduciendo lentamente. A Mario Dávalos, le corresponde, con una magnífica tela de un neo-expresionismo dramático, la pesada carga de representar a los pintores dominicanos. Ya estamos acostumbrados, aunque no resignados , a ver relegada la pintura, en concursos, bienales, colectivas. En Travesías la marginación se reitera, y el asunto merece discutirse, más allá de esta exposición.
Polibio Díaz nos recuerda que él es uno de los más grandes fotógrafos de la República Dominicana y del Caribe, presentando su tríptico a color de grandes dimensiones, captando interiores populares aquí con personajes- , con un kitsch impecable. Creemos oir la música de un bolero Para España, el aporte de Naia del Castillo tiene poca significación como fotografía, la creación de un traje mágico focaliza nuestro interés, e indudablemente necesitaríamos conocer algo más de la autora.
Comparativamente, la instalación y video-proyección de Eugenio Ampudia provoca entusiasmo, y no pocos opinaron que era la pieza de mayor impacto en toda la exposición. No dejamos de evocar la obra de Tony Ousler, pero aquí el contexto difiere totalmente. Hay un efecto de trompe-loeil estupendo, un elemento a la vez lúdico y poético, cama y sábana cobran vida propia. Otro muy buen trabajo en video es el de Jaume Fargas. Tiene una particular riqueza tanto en su carácter inesperado como en su mensaje: el supermercado se ha convertido en la naturaleza de la sociedad de consumo, con una capacidad absoluta de sustitución, asombro y perspectivas. Entre los dominicanos, no pudimos apreciar por razones técnicas- el video-instalación de Pascal Meccariello. Eliu Almonte, tan trabajador como investigador, se coloca en constante ascenso. El nos propone un video, que desmitifica el video, su obsesión del gesto y de la repetición, con enfoques insólitos y una indiscutible belleza.
Escultura e instalaciones
Una sola escultura y viene de España. Bernardí Roig presenta una obra inteligente, en el linaje hiperrealista de Douane Hanson. El contraste entre la resina y los tubos de neón de color produce los mejores efectos visuales. Creemos asistir a una nueva versión del mito de Sisifo, cargando incansablemente el hombre el peso de la tecnología.
Las instalaciones dominicanas generan el interés que era de esperar. Mónica Ferreras trabajó en su laberinto a la vez el concepto de instalación y de ambiente (environnement) que integra a un espectador participante. El aspecto de juego predomina en el color, el material (colcha espuma), la altura. ¡Aquí nadie necesita el hilo de Ariadna!
El tema de la niñez abusada y castigada sigue motivando a Jorge Pineda, la niña enigmática, encapuchada, ha marcado con su rostro garabatos invasores en la pared forma nueva y degradante de violencia y alienación. En cuanto a Quisqueya Henríquez, éste sofá de colcha sin forro, impresiona por su anonimato y su frialdad. El mueble serial se vuelve una especie de autorretrato, ¿y el sonido con palabrerías, por cierto poco audibles, no será una caricatura de nuestras conversaciones e intercambios?
En un renglón de obras mixtas, Rita Indiana, decidida a manifestar su interdisciplinaridad y creación plural, juega con la marca Mercedes, convertida en accesorio de costura, mientras el español Daniel Verbis reinventa la escultopintura de Millares y el informalismo con embrollos de telas e hilos. David Pérez/Chepe, especie de niño terrible del arte dominicano, actualmente en Barcelona, tuvo la premonición de un metro en Santo Domingo y se luce entre la malicia, el (buen) humor y las connotaciones. ¡Además nos provee de un mapa orientador! La (futura) realidad y la ficción se encuentran.
En síntesis, Travesías será una de las exposiciones colectivas sobresalientes del 2004, y no cabe duda de que los expositores dominicanos se distinguen por conceptualización y originalidad de sus aportes, soportando honrosamente cualquier valoración paralela. Hasta el 22 de septiembre tenemos la oportunidad de disfrutarla en el Centro Cultural de España.