DIÓMEDES MERCEDES
Como caña pal ingenio, Epalante que vamos, y como para anestesiar al mareado, el flautista de Hamelín al frente de la Dirección de Información Prensa y Publicidad de la Presidencia añade el lisonjero y caudillesco slogan: El Presidente sabe donde nos lleva que se comienza a publicitar.
No sólo el Presidente lo sabe, el artículo del 8 de julio del señor Adolfo Moreta Féliz, titulado El DR-CAFTA y las reformas; lo dice como muchos y muchas lo entendemos y que, sencillamente, la cita que usa de Polibromero basta para expresarlo: La globalización -y los TLC, por supuesto- no son otra cosa más que reformar y acondicionar las leyes, reglas y normas de todos los países del mundo a los intereses de los Estados Unidos.
La anterior cita la dedico con afecto y especialidad a mi encarecido amigo que es el doctor Servio Tulio Castaños Guzmán, por si a su luz, desea revisar su respuesta al doctor Rafael Luciano Pichardo, vicepresidente de la Suprema Corte de Justicia.
2. La completa ausencia aquí de genuina autoridad, suplantada por la de los Estados Unidos, cuando y para lo que su excelente embajador quiera, la desconfianza en las autoridades y el merecido irrespeto hacia ellas, la guerra entre sus cacicazgos; la inseguridad en todo ambiente y el miedo a la delincuencia y/o violencia ajena u opuesta a la privada de cada cual, más los actos y hechos delictivos conexos que en un alto porcentaje se motivan en el despojo, han creado en todo el país un ambiente aterrador.
El proceso de inviabilidad del Estado y sociedad fallidos, se consuma; y los jefes, bajo la cobertura de ese Estado, que es la cueva de Alí-Babá, sólo avisoran prolongarse en el poder, globalizando negocios propios con la mejor cobertura mediática y nuestros recursos; porque esa es su República Dominicana.
3. Lo grave no es el cuadro descrito, sino la social parálisis por anomía, (estado de una sociedad caracterizado por la desintegración de las normas que aseguran el orden social) que nos contamina crecientemente. En mayor proporción el envilecimiento nos quitó el valor para ir en el laboratorio al lente del microscopio a mirar por él, buscando el germen patógeno que nos descompone, porque en su turno cada cual dirá a su consciencia soy yo.
Pero, si sobre la piel maquillada de la sociedad que somos, me toca ser la erupción inocultable de esta peste, entraré al escenario gritando hipocresías como esta: Accidentalmente, maté a mi amigo, pero la culpa fue de la perra y el público casi aplaude y absuelve mi acto, lo cual es común si usted o yo, en el caso, somos miembros de la casa real.
Desde hace décadas el país es un show. La conducta pública y privada se situó dentro del poder y con ella más allá del bien y del mal. La amistad honrada y edificante de nuestros padres, se ha degradado a la de compinches en el secreto de la complicidad compartida, hacedora de muchos crímenes, prestigios, fortunas y comodidades.
República Dominicana es otra Córcega o Sicilia en el Caribe, con más y mayores Cossa Nostra, pedestales de éxitos que sin méritos, en nuestras élites y sus asociados exhibimos. Hay varias respuestas al porqué de nuestra realidad. La falta de desarrollo e institucionalización democrática, produce políticos mediocres, que son bandadas carroñeras que se nutren de la muerte de la nación, nunca estadistas.
Otra razón es que la fuente de la economía circulante de la que nos surtimos es subterránea y corrupta. Una extensa malla dentro de la que se anudan redes de distintos calibres, mafiosos e ilegales, es la reina de la economía del país, con personajes insospechados de doble perfil, uno de ellos enmascarado. Es el motivo del silencio bajo del cual continuamos involucionando.
Habiendo más, pero no teniendo espacio, citamos que nuestro crecimiento económico no detiene el auge de la pobreza, dado que las utilidades de este crecimiento se repatria libremente hacia los países de los inversionistas, a quienes el Estado actual complace dejando a la población encuera y muerta de hambre, exprimiéndonos para construirles infraestructuras con las que exploten a plenitud el potencial humano y los recursos naturales, de la que se van lucrando los caciques. Todo en conjunto tira a las mayorías al pillaje.
La revolución democrática que necesitamos tiene un componente ético supremo como cauce profiláctico cuyo medicamento es la Constituyente. Todo el poder a todo el pueblo, para que no siga el show.