11-11-03 ¿Viste?, ¿oíste?

11-11-03 ¿Viste?, ¿oíste?

El 11-11-03 fue día de júbilo y esperanzas, al final de duelo por los jóvenes caídos. Tras décadas de esfuerzos encaminados a hacer reaccionar al país ante el modelo neoliberal, hoy agravado con la gestión de Hipólito Mejía, la nación, en un pacto tácito de su diversidad social, económica, política y religiosa; tomando el buen camino perdido, se unificó para responderle al gobierno y a quienes puede interesarle, anunciándoles con saludable voz y contundencia premonitoria, que si persiste en su política y estilo que en nada benefician al país, sucederá que antes de que el caos se desate, con pérdida de la congruencia institucional precaria que poseemos, la próxima jornada tendrá que considerar el reclamo de relevar a Hipólito del poder, pidiéndole su renuncia.

La advertencia es válida también para el capital corrupto y las empresas parásitas del Estado, privilegiados por incumbentes comisionistas, que junto a los primeros patrocinan el continuismo del estado de cosas ruinoso existente en el país.

El 11-11-03, además de día de reclamos y protestas, fue jornada de propuestas y una acción plebiscitaria, en la que se juzgó la gestión gubernamental por sus resultados, por su naturaleza y por el odioso estilo despótico y de mal gusto al que se ha acostumbrado el ejecutivo y muchos de sus seguidores en posiciones de poder, desde los que maltratan a los ciudadanos cuando no son sumisos al estado de cosas existentes, lo que han contaminado el ambiente nacional, con el virtual clima dictatorial que se reconoce.

El gobierno de Hipólito Mejía, es la política de la globalización, su despotismo más sus errores oportunistas en la dirección de la política exterior que repercute en la economía nacional.

La nación que le ha tocado gobernar para la calamidad de la misma, sólo económicamente es subdesarrollada, esencialmente por el peso de la dependencia, continuamente mal negociada con nuestro segundo país, los Estados Unidos; pero nuestra nación, científica, cultural, tecnológica y políticamente, está muy por sobre el nivel de su desarrollo económico con capacidades que están siendo desperdiciadas dentro y fuera del país, por la ignorancia, y la mala administración en el manejo de nuestros recursos y potencialidades útiles al desarrollo general. Con esas capacidades y el peso de la juventud bien formada, si las clases económicas quisieran sumirse políticamente un poco más allá de los pronunciamientos defensivos hechos desde sus asociaciones empresariales, nuestro país no solamente estaría fuera de la actual crisis sino que fuera algo muy distinto.

No nos merecemos este gobierno, ni otro semejante. La coyuntura ofrece la oportunidad de sacar la vida de la nación de la regresión actual, por vía de un proyecto político de desarrollo económico y colectivo al que tenemos que construirle bases ya. Ideal sería que el actual gobierno tuviera la actitud y la capacidad de ser la vanguardia de ese proceso, pero no le pidamos peras al olmo. Le hemos pedido al gobierno rectificación, pero la naturaleza de las cosas nace y muere con ellas sin modificarse; el ideal sería que cualquier partido reflejara en la política de su gobierno el consenso de intereses en los que son los reclamos y necesitadas de todos los sectores de la nación; Hipólito y su gobierno, que responden a intereses sectarios y minoritarios no cambiarán, son un rebrote de la vieja cepa autoritaria de país en la vieja estructura agraria, de la que salieron en condiciones históricas diferentes, Santana, Báez, Lilís y Trujillo.

Sin negar que en su gobierno existen personalidades honorables, mejor intencionadas y de trayectoria pública democrática, lo que le sigue es la degeneración que ha convertido en grupos de mafias a los tres partidos, articuladas a empresarios cuyo éxito económico no guarda comparación en relación al resto de la economía, gracias a la inescrupulosidad corruptora de las administraciones de turno integradas por funcionarios venales.

Hasta ahora, y desde hace década, la sumisión ciudadana a las arbitrariedades del poder, ha convencido a los gobernantes de que pueden hacer y deshacer para perpetuarse en el gobierno, sin rendir cuentas, y sin consideraciones legales, institucionales o morales, confundiendo, manipulando y enturbiando los ambientes para salir airosos en su proyectos, desconociendo el valor de los derechos y libertades ajenas en la integración de la nación, los que -una vez violados- legitiman la rebelión. La nación es la asamblea de la soberanía y la seguridad de todos/as, y es esta la que, ante una situación de crisis integral como la que vivimos, y ante la perspectiva de un grupo amo del poder y arbitrario, tiene la facultad de revocar el mandato de sus gobernantes. En el caso local, si el gobierno no rectifica y continúa arriesgando el «juego» de todos, es legítimo que la nación le «pida la pelota» antes de que arruine el país irrecuperablemente.

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