11 de Julio, fecha que marca el triunfo definitivo de los dominicanos contra tropas españolas

11 de Julio, fecha que marca el triunfo definitivo de los dominicanos contra tropas españolas

POR ÁNGELA PEÑA
El 11 de julio es una fecha poco conocida por los dominicanos, pero de una significación histórica inmensa porque fue el día que selló la salida de las tropas españolas derrotadas en la Guerra de la Restauración, la primera guerra popular en que los criollos vencieron a un ejército extranjero.

El historiador Santiago Castro Ventura hizo la afirmación al referirse a la calle 11 de Julio, de San Carlos, denominada así en recordación de ese hecho.

En 1899 se llamó 11 de Julio a una plazoleta hace tiempo arrasada, localizada en el extremo Este de la calle Del Conde, que previo a esa denominación se conocía como «Parquecito de Pulún». Se le dio ese nombre «por el suceso histórico del embarque de las tropas españolas después del triunfo de las armas restauradores», anota Luis Alemar.

Castro Ventura, investigador consagrado al estudio de la Restauración Nacional por su relación con la figura de Gregorio Luperón, de quien es biógrafo, explica la trascendencia político-histórica de la fecha. «Ya era un hecho que los españoles no podían controlar ni sofocar la rebelión que tenía su epicentro en el Cibao, y se empezaron las discusiones sobre el término de la guerra. En 1864, el gobierno de Pepillo Salcedo inició una serie de negociaciones, pero se demostró que las mismas tenían elementos inaceptables para los dominicanos. Se le pidió que las abandonara, pero él insistió e incluso llegó a liberar varios prisioneros españoles en acto de buena voluntad, lo que provocó en gran medida su desgracia, entretanto, surge la figura de Gaspar Polanco a la presidencia, que fue la personalidad que más desarrolló la guerra y que, definitivamente, convenció a los españoles de que era imposible neutralizar a los dominicanos».

En su libro La guerra de la Restauración, Juan Bosch resalta el arrojo de Polanco: «El pueblo dominicano cree a pie juntillas que el gran héroe y jefe militar de la guerra Restauradora fue Gregorio Luperón, y sin duda fue un héroe y un jefe militar y además el prestigio que conquistó en la guerra iba a llevarlo al liderazgo del Partido Azul, pero el gran guerrero fue Gaspar Polanco, a quien se menciona de tarde en tarde como si tuviera menos categoría que Benito Monción, cuyo nombre les ha sido dedicado a plazas, calles y hasta a un municipio, y lo cierto es que si una mano poderosa hubiera podido sacar a Gaspar Polanco de la fila de los restauradores en los primeros veintiún días de la guerra, es casi seguro que la historia de la epopeya sería otra».

El cambio de gobierno, señala Castro Ventura, se reflejó en las Cortes españolas «y Narváez, que presidía el partido opositor, planteó la necesidad de la salida de las tropas, lo que lleva a un debate tras el cual interviene, como mediador, el presidente haitiano Fabré Geffrard, quien depositó en las Cortes un documento de los dominicanos solicitando formalmente el retiro. «El capitán general José de la Gándara montó en cólera, porque pensaba que la petición debía hacerse a través del ministerio de Guerra. Pero pronto empezó a bullir la idea del retiro».

En enero, agrega el doctor Castro Ventura, se hace la petición formal del abandono de las tropas y como se da por un hecho que este acontecimiento se va a producir, «un grupo sectario, encabezado por Pimentel, promueve el desplazamiento del gobierno de Gaspar Polanco, el veintiuno de ese mes, para lograr tener el control del país a la hora de la salida. Se inician negociaciones, el gobierno de Pimentel designa un grupo de comisionados, entre ellos el padre Miguel Quezada, único sacerdote que estaba de acuerdo con los restauradores, para negociar junto con los generales Valverde y Reynoso. Esto comienza después que la Gándara se entera que el 15 de abril las Cortes Españolas habían ordenado la salida de las tropas españolas de Santo Domingo sin ningún tipo de condición».

Señala que la Gándara quiso imponer «medidas fementidas para los dominicanos, contrarias al honor nacional, como la de que los dominicanos se comprometieran a pagar los gastos de guerra de los españoles y a no enajenar ninguna parte del territorio nacional sin el consentimiento de España, por ejemplo, lo cual no fue aceptado».

Otro momento de molestia para el jefe español de puesto en la República, significa Castro Ventura, «fue el envío de José María Cabral y Báez para iniciar nuevas negociaciones. «Él las rechazó, sencillamente decidió acogerse a lo que había establecido la Real Orden del 15 de Abril, que era la desocupación y ahí comienza la salida gradual de las plazas de Montecristi, Puerto Plata, Azua, una buena parte viene a Santo Domingo, que es la última plaza en entregarse».

EVACUACIÓN

«Ya el ocho de julio se decide la carga de los barcos españoles que estaban en el puerto y de todo el material logístico, incluyendo las armas de artillería que eran del ejercito dominicano pero que estaban en manos de los españoles. Los días nueve y diez de julio se inició la evacuación del personal militar y de apoyo, comenzando con los fuertes ubicados en las áreas limítrofes de la Capital: San Carlos, Galindo, Pajarito y El Rosario. El desalojo, sin embargo, debió ser interrumpido porque ellos tenían barcos de gran calado en las afueras, y yates en el río Ozama, haciendo el traslado, pero ese día diez el mar estaba revuelto y hubo que abandonar la tarea del embarque, hasta el día siguiente, que fue el 11 de Julio», apunta el autor de Andanza Patriótica de Luperón.

A las siete de la mañana del 11 de Julio los fuertes fueron abandonados y la ciudad amurallada fue cerrada, dice. «Quedó una pequeña retaguardia al mando del gobernador, el general Calleja, esperando la salida. La Gándara, fue el último que salió: a eso de las ocho de la mañana, salieron ya las tropas españolas».

La salida, reitera Castro Ventura, «marcó un gran precedente: los españoles salían sin imponer ninguna condición, pese a que el Estado Dominicano, en 1861, mediante un decreto del Congreso planteó la Anexión a España, es decir, que desde el punto de vista jurídico-legal, ellos podían reclamar, argumentar, pero su derrota fue tan frontal que decidieron no hacerle caso a eso y salir». Añade que «esto nos trae una gran reflexión: los dominicanos recuperaron su soberanía completa, España no ejercía ningún tipo de tutela, no se reconoció ninguna de las leyes ni de las disposiciones españolas. El 11 de Julio hay que contraponerlo al 12 de Julio de 1924, cuando se produjo la salida de las tropas norteamericanas, pero bajo acuerdos que legalizaban los actos del gobierno de ocupación».

Sobre este acontecimiento escribió el general José de la Gándara, jefe político y militar del país durante la Anexión: «La evacuación no puede enorgullecerme porque es imposible que constituya título de orgullo para nadie el cumplimiento de un deber, cuando éste, ejecutado en servicio de la patria, lejos de honrarla la mancilla, y en vez de ser parte de crédito y elemento de su prosperidad, rebaja aquel y crea obstáculos a ésta».

LOS REHENES

En la madrugada del nueve de julio de 1865, el general José de la Gándara y Navarro redujo a prisión escandalosa y arbitraria a dominicanos de prestancia, e incluso, se los llevó como rehenes al abandonar la ciudad a bordo del vapor Vasco Núñez de Balboa «como garantía de los prisioneros españoles que habían hecho los soldados de la restauración», consigna Vetilio Alfau Durán.

Eran Bernarda Objío viuda Rodríguez, Elisa Dubreil de Travieso, Rosario Ravelo de Rodríguez, Rosa Travieso de Calero, Isabel Pérez Fernández, Dolores Troncoso, Paulina Travieso Dubreil, Elisa Travieso Dubreil, Belén Pérez Matos, José Gabriel García, Pedro Pablo de Bonilla, José María Leyba Ramírez, Juan Andrés Pina, Juan Francisco Travieso, José de Jesús Castro, Francisco Leyba Ramírez, José María Travieso, Faustino de Hoyos,

También Manuel de Jesús García, José María Calero, Felipe Calero, Domingo González, Pedro María de Mena, Rafael García, Juan Mella, Luis María Pérez, Luis Betances Guerrero, José Dolores Quezada, Miguel Mendoza Lezo, Rafael María Lluveres (sic), Pedro Ramírez, Miguel Mena Portes, Gregorio González Santín, Juan Sterling, Teófilo Geraldino, Rodolfo Latour y Francisco del Monte.

La calle 11 de Julio es una corta vía comprendida entre la Barahona y la Caracas, en San Carlos.

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