América Latina no compadece a Venezuela durante cumbre

América Latina no compadece a Venezuela durante cumbre

Mac Margolis

Cuando el jefe de Estado de Venezuela llegó a Quito, Ecuador, la semana pasada para la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, su discurso fue casi irreconocible. Habían desaparecido los encomios al socialismo del siglo XXI y los consabidos ataques del difunto presidente Hugo Chávez contra el imperialismo yanqui. En su lugar había arrepentimiento y súplicas.

“Venezuela está en una situación muy difícil; vengo a sostener un conjunto de reuniones con países hermanos y presidentes hermanos”, dijo el presidente Nicolás Maduro el pasado 27 de enero antes de la inauguración del encuentro regional. “Vengo a plantear un conjunto de posibilidades para, desde América Latina, atender la emergencia económica de Venezuela, para incrementar el comercio justo e incrementar la complementariedad y la solidaridad”.

Más tarde ese mismo día, Maduro encareció a los mandatarios que adhirieran a “un plan común” para hacer frente a “la crisis económica actual” que afecta a la región. Pero no había muchas dudas de para qué país pedía adhesión.

Venezuela. Después de casi 17 años de excesos autocráticos y ensayo y error en lo económico, no es de sorprender que la economía sudamericana más dependiente del petróleo esté en un estado lamentable.

La inflación podría estar acelerándose hacia más de un 700 por ciento y el crimen ha tenido una explosión. Venezuela ocupa el último lugar en América Latina en el reciente índice de Transparencia Internacional sobre la percepción de corrupción en el sector público.

Fiscales estadounidenses procesaron a funcionarios venezolanos y detuvieron a dos familiares del presidente por cargos de tráfico de drogas, y el país acaba de perder el derecho a voto en la Asamblea General de las Naciones Unidas por no pagar su contribución.

Lo nuevo en Quito no fue sólo la sinceridad oficial sobre el descalabro de Venezuela sino también la relativa indiferencia del resto de la región hacia él.

Pocos años atrás, cuando era Chávez quien estaba al mando, el carismático hombre fuerte podía seducir en una negociación con sus floreos retóricos y cosechar simpatías aun cuando sus políticas fracasaran.

No es el caso de Maduro, que heredó la arrogancia de Chávez pero no sus agudezas o aptitudes de maquinador maquiavélico.

Tampoco arruinar la economía en nombre de la revolución o arrojar disidentes a la cárcel caen ya tan bien en una región donde la democracia constitucional está ganando terreno.

Los líderes latinoamericanos no dijeron abiertamente que no a los ruegos de Maduro pero tampoco corrieron a rescatarlo.

ZOOM

Los desaires de Argentina

Argentina fue más lejos en desairar a Venezuela. El presidente electo Mauricio Macri pidió abiertamente que el país liberara a los presos políticos y condenó su cuestionable trayectoria en materia de derechos humanos. Aunque Macri, que sufrió una fractura de costilla, no asistió a la cumbre, envió a la vicepresidenta Gabriela Michetti, que lanzó algunos golpes.

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