Parece el título de una película, y de hecho lo es, pero no es de cine que quiero hablarles. Solo trato de llamar su atención sobre lo ocurrido a tres ciudadanos extranjeros que residían, desde hace varios años, en la comunidad de Cabrera, en la provincia de María Trinidad Sánchez. El pasado 3 de enero los cadáveres del norteamericano Robert Thomas Tokartz, de 70 años, y su esposa  Andrei Frances Jamine Tron, una ciudadana holandesa de  57 años, fueron hallados en su casa  de La Catalina  en medio de un charco de sangre, luego de que los vecinos se quejaran del mal olor que provenía de la vivienda. Cinco días después, el ocho de enero,  la  canadiense Lynn Margaret Sabloff, de 66 años, fue interceptada por varios individuos cuando se dirigía en su vehículo a la ciudad de Puerto Plata, y posteriormente asesinada a golpes y su cuerpo arrojado a unos matorrales  a la salida de Cabrera. No hace falta decir que esos crímenes, por sus brutales características, aterrorizaron a esa comunidad, donde reside un gran cantidad de extranjeros, muchos de ellos jubilados, que no han vuelto a dormir tranquilos desde entonces. Aunque tal vez puedan hacerlo a partir de ahora que la Policía dice haber atrapado a los presuntos autores del triple crimen, cuatro jóvenes  que no pasan de los 25 años que ya arrastran  un amplio  (¿por qué será que no me sorprende?) prontuario delictivo en la zona Norte,  y que según la institución del orden le confesaron a sus investigadores que el móvil  fue el robo. Hay que celebrar, si queremos ser justos, la eficiencia de la Policía, y por supuesto,  lamentar también esos asesinatos que tanto daño le hacen a un país que vive del turismo. Pero nunca habrá palabras suficientes para explicar o justificar la muerte de esos ciudadanos, que creyeron haber encontrado en la belleza natural  de Cabrera un paraíso donde retirarse a vivir tranquilos y en paz sus últimos años sin imaginar que el fin llegaría tan pronto y   con tanta saña y violencia.