Una historia circular III

Una historia circular III

La tiranía de Trujillo fue vista en su nacimiento como una esperanza de orden y de disciplina, tras los daños del ciclón de San Zenón, en 1930. En sus diversos gobiernos Trujillo amplió y mejoró la administración pública. Contó para ello con funcionarios capaces y eficientes, algunos de ellos entrenados durante la ocupación militar de los EUA, entre 1916 y 1924. El Banco Central de la RD, el Banco Agrícola, la Ciudad Universitaria, son ejemplos del “espíritu” de la organización administrativa iniciada bajo el mandato de Trujillo. Los muchos asesinos al servicio de la dictadura y los hechos represivos injustificables que estos cometieron no impidieron que se viera en Trujillo al creador de un Estado fuerte y constructivo.

Una porción considerable de nuestra población, desempleada y con poquísimas letras, reconocía en Trujillo a un organizador social. Su “legitimidad” o aceptación social arrancaba de que insufló optimismo en una comunidad desalentada e inerte. Balaguer apoyó, con pocas reservas, el régimen trujillista hasta su conclusión en 1961. A partir de entonces comienza una historia que es “otra historia” y, simultáneamente, la continuación de la vieja historia de siempre, que tiende a repetirse en círculos envolventes.

Después de cincuenta años del ajusticiamiento de Trujillo nos encontramos en una situación social y política inquietante. Otra vez, como ayer, estamos endeudados en el exterior: con préstamos privados ordinarios, con organismos internacionales y por cuenta de bonos soberanos. Otra vez, como ayer, los dirigentes políticos actúan en calidad de poderes desordenadores del orden constitucional. Otra vez, como ayer, las grandes potencias pretenden hacer su voluntad con las poblaciones de los dos estados existentes en la isla; otra vez, como ayer, los ciudadanos han perdido la fe en los partidos políticos.

Se cuestiona la idoneidad de la policía, de las Fuerzas Armadas, de la banca, de los títulos de propiedad. La gente tiene miedo; la criminalidad no es contenida, los tribunales de justicia trabajan tan lentamente que triunfa la impunidad. La actividad política es hoy tan frustratoria como en los tiempos que siguieron al asesinato del Presidente Cáceres. Vivimos rumiando insatisfacciones por el mal uso de los impuestos que pagamos. Las haitianas indocumentadas copan los servicios de maternidad, aunque no contribuyan a la seguridad social.

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