Gumersindo del Corral I

Gumersindo del Corral I

Aquel día encontré a Gumersindo sentado en un banco del parque Colón; miraba atentamente la catedral Primada de América, a la sombra de una higuera enorme. Fue a finales del año 1989. Me dijo que él escribiría próximamente unas obras que no había podido escribir el novelista ruso León Tolstoi. -¿Crees que podrás superar a ese gigante de la literatura? –No, contestó rápidamente, las obras que me propongo escribir serían, realmente, del propio Tolstoi. –¿Cómo es eso; en ese caso se trataría de un plagio. –De ningún modo, hablo de obras que Tolstoi nunca publicó. Las tenía en proyecto y murió sin llegar a escribirlas. Si no las escribió, ni publicó, no puede hablarse de plagios.

–¿Cómo has sabido de esos escritos inéditos de Tolstoi? ¿Has aprendido el ruso? ¿Estás en contacto con los descendientes del conde? –No he aprendido el alfabeto cirílico; tampoco he hablado con los nietos herederos del escritor. Pero mientras duermo escucho la voz del poeta narrando lastimosamente: “he sufrido siempre la incomprensión de los hombres cultos de la Santa Rusia; la de mi propia familia, que no compartía mis convicciones religiosas, ni mis principios estéticos. Las frustraciones experimentadas por mí al final de la existencia, me impidieron llevar a cabo mis más caros proyectos de escritura. Poco antes de morir, rogué a Dios que me concediera el privilegio de transmitir a otros escritores las ideas que no llegué a expresar”.

Gumersindo hizo pausa y mirándome a los ojos declaró enfáticamente: –un verdadero escritor debe continuar las obras de los grandes maestros; debe descubrir los asuntos que no se atrevieron a desarrollar en su tiempo, sea por inhibiciones sociales o por temor al poder político. Algunas veces la inteligencia y la sensibilidad de los artistas actúan antagónicamente y los atan, de tal manera que no se atreven a dar dos pasos consecutivos.

–Si dieran “el siguiente paso”, se saldrían de su tiempo en forma escandalosa. Un hombre genial anticipa el tiempo por venir, pero no lo prefigura enteramente. Los que vienen detrás completan un cuadro apenas esbozado. Mientras duermo “recibo” pensamientos de Tolstoi. No estoy loco, créeme. Nací el mismo día y mes que Tolstoi. Quizás exista entre nosotros una “compuerta” psíquica.

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