Recetario de vejetes

Recetario de vejetes

Nadie puede vivir “anualmente”; ni siquiera “semanalmente”. Estamos diseñados para vivir “diariamente”. Hay un ritmo circadiano que regula nuestros humores. Cuando interrumpimos ese ciclo biológico, por exceso de tragos, por trasnochar cuidando algún enfermo, o por viajar en avión de Nueva York a San Francisco, el organismo se resiente y la intranquilidad se apodera de nosotros. El llamado “jet-lag” es el “hueco” que deja en el ánimo un trastorno horario. El “reloj interno” que rige el sueño, la vigilia, la digestión y otros muchos procesos fisiológicos, nos avisa que hemos transgredido ciertas normas vitales. No obstante, hay personas que beben pastillas para permanecer despiertos y seguir trabajando.

Claro está, luego deben beber pastillas para dormir durante más horas de lo que es normal. Estos abusos pueden producir daños permanentes en el equilibrio psíquico de hombres fuertes y saludables. Pero muchos estudiantes consumen barbitúricos para no dormirse encima de los libros de texto; y algunos funcionarios públicos lo hacen para “trabajar corrido durante varios días y evitar así que los madruguen los enemigos políticos”. Finalmente, pagan de mala manera esas prácticas antinaturales. Unos contraen adicciones a substancias neurotrópicas; otros quedan con lesiones del sistema nervioso central. La cama y la almohada son dos inventos tan importantes como la rueda y la brújula; aunque no lo reconozcan los antropólogos culturales.

Se pueden tomar dos píldoras a la vez o pagar dos cuotas juntas a un banco hipotecario; pero no podemos vivir, al mismo tiempo, el día de hoy y el de mañana. De ahí que la sabiduría de ciertos vejetes, habituales en barras de tapas, consista en “ejercer la rutina de cada día”. Un buen desayuno con café y leche, pan, queso, jamón y huevos, es magnífica preparación para resistir las luchas para sobrevivir en la edad madura.

El baño de ducha es para estos vejetes un ritual revitalizante, hecho a base de dos medicamentos populares: agua y jabón, que según antiguos publicistas siempre ha sido “combinación sabrosa”. Al salir a la calle, vestidos y limpios, saludan los vecinos mientras realizan una “caminata” que les acelera la circulación y la respiración. Después viene la siesta del mediodía; y, por último, el trago de whisky al caer la tarde.

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