La Ministra de Salud, la doctora Altagracia Guzmán Marcelino, ha dicho “claro y pelao” que no hay recursos para satisfacer las demandas de ajuste salarial de los médicos y demás personal de salud, como tampoco es posible complacer su reclamo de que se asigne al sector el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) como manda la ley. Y remató que a menos que se cree un nuevo gravamen, competencia exclusiva, precisó, del Congreso Nacional, no hay forma de complacerlos. Pero la Ministra de Salud no solo descartó cualquier posibilidad de satisfacer los principales reclamos de los gremios agrupados en el llamado Pacto Nacional por la Salud, sino que descalificó, por haber demostrado su inutilidad, su principal método de lucha, las huelgas en los hospitales, porque a su juicio solo han dejado grandes pérdidas a la población y muy pocos beneficios a los galenos. No hace falta ser un agudo observador del acontecer nacional para darse cuenta de que las declaraciones de Guzmán Marcelino, quien calificó de políticas (las llamó “no gremiales”, que para el caso es lo mismo) las huelgas que promueve su “querido amigo y colega” Waldo Ariel Suero, constituyen una muy mala noticia para el descalabrado sistema público de salud, pues la reacción del “huelguista radical” es fácilmente predecible, mucho mas para alguien que, como la Ministra de Salud, lo conoce desde hace años. Y en efecto, ayer mismo anunció que llamará a una huelga de quince días, con lo que vuelve a poner en evidencia lo que ya sabíamos desde hace tiempo; que no le importa la suerte de los infelices que acuden a los hospitales públicos. Pero esos infelices, también hay que decirlo si h emos de ser justos, tampoco le roban el sueño a nuestras autoridades de salud, como acaba de ponerse de manifiesto con su decisión de cerrar de un portazo cualquier posibilidad de satisfacer las demandas reivindicativas de los gremios del sector salud.