Matar o defender a Fidel Castro: las memorias cruzadas de Playa Girón

Matar o defender a Fidel Castro: las memorias cruzadas de Playa Girón

Miami.-En Miami, don González rememora el fracasado intento de invadir Cuba en 1961. En La Habana, don Casanova se jacta de la victoria que apuntaló la Revolución. Uno quería matar a Fidel Castro, el otro protegerlo. La invasión de Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, sumió en la pesadumbre del exilio a uno y simbolizó la victoria de la Revolución cubana para el otro.

En Cuba, el músico Silvio Rodríguez le dedicó al episodio una canción, «Playa Girón», que identificó por décadas a la izquierda latinoamericana. En Miami, un museo de la «Brigada 2506» de la fallida invasión homenajea a los veteranos, hoy respetados septuagenarios. «La mayoría cayeron presos y fusilaron a muchos», cuenta Julio González Rebull, de 74 años, en el museo de Miami.

Está evocando la retirada de las tropas invasoras el 19 de abril. «Fue algo bien triste». El fallecimiento de Fidel Castro el viernes a los 90 años significa para él la culminación de una etapa. «Lo primero que hice cuando vi que había muerto fue ir al cementerio donde estaban enterrados muchos de la brigada, porque estoy seguro de que ellos ahora tienen una paz más profunda», dice a la AFP.

Y señala, con una sonrisa, una foto del museo donde él aparece muy joven con un grupo de muchachos de su brigada. También Alberto Casanova, de la misma edad, recuerda la batalla, pero con otro sabor. En su humilde departamento en La Habana, muestra con orgullo una de sus mayores joyas: la medalla por haber combatido en Playa Girón. «Todavía con mi edad estoy dispuesto a dar mi vida por la revolución», dice. Y se le hace un nudo en la garganta cuando habla de su líder, fallecido tras marcar la historia del siglo XX. «Fue más que un dirigente, fue el padre de la nueva nación cubana».

El temible B-26.-Después del triunfo de la Revolución en 1959, la CIA reclutó en Miami a cerca de 1.500 exiliados cubanos para entrenarlos y formar la Brigada 2506 que invadiría la isla por el oeste, en Bahía de Cochinos, desde Centroamérica. En Cuba los llamaban «mercenarios». Eran muchachos de clase acomodada y sin experiencia que confiaban en su poderoso aliado. Pero la participación de Estados Unidos debía mantenerse en secreto.

En diciembre de 1960, González comenzó su entrenamiento en la base Trax, en la Sierra Madre de Guatemala, sobre el Pacífico. «Ninguno de nosotros éramos militares ni sabíamos todo lo que aprendimos allí, desde paracaidismo hasta tirar con todas las armas», recuerda. «Era un lugar bien inhóspito, eran barracas de madera, cuando llovía entraba el agua».

Antes de comenzar a bombardear la isla, la Brigada 2506 hacía misiones aéreas a Cuba, lanzando armas en las montañas del Escambray, en Cienfuegos, para hacerlas llegar a un grupo de infiltrados en tierra. «Íbamos y veníamos, eran vuelos de siete horas, los expertos pilotos dicen que era imposible que se hicieran tantas horas de vuelo en estos aviones viejos», dice González. Eran naves C-46 y un bombardero B-26. Del otro lado de la historia, Casanova en la isla capturaba a estos «mercenarios» que se dispersaban por la zona y recogía las armas y municiones que lanzaban González y los suyos en paracaídas.

El revolucionario cuenta que, cuando sintió por primera vez el rugido del B-26 que tenían sus adversarios, se asustó tanto que se escondió detrás de una palma. «Pero cuando llegué a la palma, ya había dos combatientes metidos detrás y yo me subí encima de los dos». Durante los días que duró la invasión, perdió siete kilos y sus dientes castañearon por primera vez en su vida, dice. «Tenía una subametralladora checa que a veces se disparaba sola». Pero aún con estos pocos recursos, las tropas revolucionarias avanzaban y la participación de Estados Unidos comenzaba a ser evidente para la comunidad internacional.

 La traición.-El 19 de abril, cuando los invasores hicieron el último esfuerzo, «fue un día inolvidable», recuerda González. Su misión era tomar Playa Girón junto a otros 30 paracaidistas y transmitir la toma por radio. «Pero nuestro capitán del avión nos gritó: ‘¡Aviones!’. Recé y recé, pero por suerte eran dos jets americanos», que no traían identificación. Sintieron alivio, porque los iban a proteger durante el ataque. Sin embargo, de golpe, desaparecieron.

El nuevo gobierno de John F. Kennedy decidió retirar su apoyo en plena batalla para no exponer la injerencia de su gobierno. Los brigadistas cubanos aún hoy recuerdan con rencor esta «traición». «Así sin nada, los gringos viraron las alas y se fueron. Y los dos aviones que volaban con nosotros fueron tumbados por los castristas y mataron a los capitanes. Mi amigo sufrió cárcel 22 meses. Yo pude evacuarme y me mandaron para Nicaragua».

«Fue tanta la traición que se nos hizo a una juventud…», recuerda González aún con rabia, sin terminar la frase. «Estábamos confiados en que nuestros aliados no nos iban a dejar en el abandono». En eso, Casanova está de acuerdo. «Ellos desde que llegaron se sintieron derrotados, porque a ellos los engañaron». Hoy en día, González es locutor en un programa de radio en Miami que emula al que pretendía abrir en Playa Girón en 1961. Y Casanova, en La Habana, adorna su casa con fotos de sus hijos y nietos que viven en Florida.

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