DOHA, Qatar.- Uno de los derechos humanos más fundamentales, en cualquier nación democrática, es el derecho a las manifestaciones públicas. Es una manera de dar a las personas un cierto poder de expresarse a favor, o en contra, de asuntos que afectan a la sociedad en la que viven.
Muchos piensan que las manifestaciones son simplemente en contra de un gobierno establecido, sin embargo, también sirven para ayudar a reflexionar a gobernantes u otros, acerca de decisiones que a juicio de un pueblo determinado, no son correctas.
Hace pocos días, Donald Trump, mientras era juramentado como presidente de los Estados Unidos, fue recibido con una manifestación histórica en su contra, a favor de los derechos civiles en EUA, que se piensa que están amenazados, y por la forma negativa del nuevo mandatario de referirse a las mujeres.
En principio, la reacción pública de Trump, al observar la multitud de personas en la manifestación, fue enojosa, pero, unos minutos después reaccionó, y de inmediato dijo que las manifestantes tenían derecho a expresarse públicamente, suavizando así, su anterior tono irónico.
Donald Trump, al parecer, entendió el aviso, de que no es prudente seguir con el lenguaje ofensivo que ha mostrado durante la campaña electoral. Sería más inteligente, que optara por la prudencia de no abrirse fuego con colectivo de los Estados Unidos, enterrar el hacha de guerra, pues de lo contrario, aunque él tenga el máximo poder en sus manos, puede llevarse un susto. Tener a millones en contra, más a la prensa de su país e internacional, sólo un dictador puede seguir adelante.
En cuanto a la manifestación en Santo Domingo, fue una expresión pública referente a que los dominicanos ya están hastiados de la corrupción, sin castigo alguno.
La marcha fue una expresión de exigencia a procesos judiciales en contra de los funcionarios que se beneficiaron con los sobornos millonarios de la empresa brasileña Odebrecht.
La manifestación que contó con el apoyo de miles de seguidores del PLD, ha sido la forma civilizada y decente de expresarle al presidente Danilo Medina que el pueblo está asqueado de la impune corrupción que desde hace décadas azota a República Dominicana, sin que nadie haga nada por detenerla, pecando por omisión o simplemente, porque es más cómodo y menos riesgoso enfrentarla.
En una ocasión Joaquín Balaguer expresó que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho.