16 de agosto con pantalones largos

16 de agosto con pantalones largos

DIÓMEDES MERCEDES
Entre las convulsiones ocurridas en el país tras la caída del régimen de Trujillo, desapareció una tradición cultural criolla que dentro del machismo de aquella sociedad rural establecía jerarquía en el género masculino, pero que además forjaba psicológicamente al mozalbete en su rol de adulto. Trato de recordarles la norma por la cual los adolescentes dependientes, usualmente no vestíamos los pantalones largos excepto en ocasiones excepcionales o como parte de los uniformes con los que debíamos asistir a la escuela.

Más que por el tamaño o edad de los hijos, los padres o tutores, jueces e la conducta del menor, eran quienes determinaban cuando éste estaba apto para llevarlos, mandándoselos a hacer donde el sastre lugareño. Era un ritual de iniciación varonil pre-adulta, celebrado por nuestros entornos que nos recibían con la exclamación: «Ah! Te pusieron los pantalones largos» o con un «Te quitaron los breteles» reforzando la conciencia de responsabilidad que llevar los pantalones largos implicaba.

Esta costumbre es de lo que el tiempo se llevó, pero en la búsqueda de un referente útil a la necesidad de impedir la continuación y repetición de decisiones políticas y de Estado que nos llevan como «caña pa`l ingenio» hacia la disolución del potencial social, económico y político del país que perdemos viéndolo y no reaccionando en la medida de la gravedad del acto de enajenación empobrecedora del país que durante los últimos 8 años oficialmente ha tenido curso libre; mi memoria golpeada recuerda a los demás que ante la sordera maldiciosa de los poderes del Estado, supeditados a los poderes fácticos y corruptos, nacionales e internacionales, hay que ponerse los pantalones largos y guardar los cortos para otros veranos.

Escribo estas líneas las primeras horas de la madrugada del 16 de agosto, conectado mentalmente y por TV a los Juegos Olímpicos de Atenas; al Proceso Revocatorio de Venezuela, siendo solidario con Chávez; al cambio de mando de la Presidencia de la República, contando las horas que de Presidente quedan a Hipólito Mejía, lo peor; y por amor a este pueblo, deseando que el PLD, Leonel y Rafaelito se honren y nos honren con su nuevo gobierno, guiándonos ante las grandes dificultades que sabemos que con ellos tendremos que enfrentar. Pero, además, haciendo estas reflexiones, dedicándola al pueblo que se enroló bajo el liderazgo de la idea de La Restauración de la República, enrabolada el magno 16 agosto 1863 en el cerro de Capotillo; idea forjadora del ideario Duartiano, aunque el inmaculado, fuera excluido de tal proceso por uno de esos «inescrutables designios» del realismo político, de la historia o el genio de la nación. Seamos reverentes ante aquel pueblo que nos restauró poniéndose soberanamente los pantalones largos cuando parecía que habíamos perdido la nación.

Condiciones similares, quizás agravadas en su naturaleza hacen comparables las circunstancias de la anexión al imperio español por el gobierno de Santa y la enajenación actual del país montado arbitrariamente sobre un modelo de dependencia que nos impide salir del subdesarrollo y lo multiplica negando igual la generación autónoma de riquezas; que nos ahoga en préstamos que terminan en cuentas bancarias privadas en el extranjero, que fuera la descompensación social y la ruina del sector productivo en el que podemos desarrollarnos; que pauperiza a los pobres y destruye la clase media; que liquida a precio vil por vía de las privatizaciones los activos nacionales; que pone a pagar al país los hoyos de la corrupción de los gobernantes, de un sector oligárquico y de un sector bancario; y que pone a pagar a los más necesitados nuevos préstamos e intereses que nos imponen un fideicomiso del FMI, institución sospechosa de representar una conspiración financiera internacional demoledora de naciones y generadora de crisis sociales con sus recetas provinientes de las manos más deshumanizadas del capitalismo monopólico mundial; y como éstas, otras políticas encarcelan nuestro futuro, como por ejemplo el TLC.

Es buena la hora de este 16 de agosto en que un nuevo equipo gobernante asume las riendas del poder del Estado, para adherirnos, a las ejecutorias que permitan afrontar esta ráfaga de adversidades sobre el país. También para afianzar nuestra democracia y el desarrollo siendo fieles al legado que hemos recibido de las y los mejores dominicanas y dominicanos; poniéndonos como nación los pantalones largos.

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