16 de agosto: la Restauración

16 de agosto: la Restauración

DIÓMEDES MERCEDES
Es día para recordar el acontecimiento patrio más reedificante, glorioso y popular de nuestra historia y nación: el Grito de Capotillo y la Restauración. Y decir que con la anexión al imperio español hecha por el general Pedro Santana, engendro de una alianza de fuerzas conservadoras, defensoras, como las de hoy, únicamente de sus privilegios en el país, la patria, sus libertades, su independencia, su soberanía y sus símbolos habían muerto.

Con Sánchez fusilado en el Cercado, con el ciego coronel José Contreras, Cayetano Germosén y compañeros sableados horrorosamente para escarmiento y terror, en Moca; el reflujo independentista llevó hacia el mar los escombros del 1844. Pero el ultraje de aquella traición e intervención anexionista creó la sinergia que nos dio la identidad, la unidad y la razón de ser que nos constituyó y nos convocó a la guerra por nuestra emancipación política, forjándose en ella el carácter, el sentido de pertenencia de la nación sobre nuestros espacios, conquistando con la victoria nuestra soberanía e independencia vendidas.

De aquel rescate y de los legados que se recogieron del 1844 y sus antecedentes, en la diversidad de las luchas, coincidentes a veces entre opuestos políticos como ladrillos de diversos colores con los que se autoconstruyen las naciones, hoy de ellos prácticamente sólo cenizas quedan.

Por falta de soberanía, desmontada aquí por pieza por los gobiernos de los partidos que metódicamente lo han hecho, compitiendo en deshonor por granjearse la cínica acogida del poder de Washington, los dominicanos andamos como el Judío Errante, sin piso donde posarse, ni aquí ni en el exterior, porque todo lo que nos rodea o sostiene, además de ser ajeno, en gran medida nos ha sido robado, e indignamente nos vemos conminados a aceptar el hecho sin protestar, y ser obreros, profesionales, técnicos, científicos, militares, etc., explotados como asalariados, beneficiando las inversiones utilitaristas de un mercado que se hace competitivo internacionalmente sólo gracias al regalo de nuestros activos, de nuestro territorio y de nuestro potencial humano, cada vez y en masa más empobrecido y marginado, como cada día más impotente y engañado.

Hay perros mejor atendidos que el 70% de nuestra población, mientras las cúpulas como la del CONEP, no satisfechos con la concentración de riquezas y privilegios que poseen, quieren incrementarlos exigiendo medidas compensatorias para aceptar o adaptarse a las restricciones de los ajustes del FMI que recaen sobre el pueblo, a quien se le priva de los servicios sociales y se le quita su escaso dinero para el pago de las deudas a los usureros internacionales, o para pagar los fraudes bancarios que por los predios de las élites han quedado. Pero, además estas élites están a punto de entregar los restos de soberanía alimentaria del país refundiéndose con la dominación extranjera, entregando al país al TLC, vía Congreso Nacional, lo que despellejará a la clase media y enterrará en las vicisitudes de la miseria al pueblo.

Es oportuno señalar a los responsables del estado actual de nuestra nación. Son ellos la Presidencia de la República, el Congreso Nacional y el Poder Judicial y sus funcionarios incumbentes, a quienes hay que además que acusar de la obra de demolición de la patria y de meternos dentro de la estrategia global, entregarnos a la guerra preventiva, a la economía de mercado, con territorio, recursos, pueblo y tropas, para el uso libre de la geopolítica que ha exigido al país que se le otorgue a los Estados Unidos a sus cuerpos de ejército poder arrasarnos sin penalidad ni cuestionamientos, cuando de cualquier forma se produzcan las naturales, inevitables y legítimas resistencias del país a la anexión que anestesiándonos nos ha colocado en un estado de sumisión que sin consentirlo, se nos impone. Procede hacerlo así, antes de que la alianza entreguista se lance contra los patriotas y el pueblo, usando el poder de los medios de comunicación para desacreditarnos y difamarnos y antes de que incrementen el uso del poder de sus armas para liquidarnos comprometiendo con crímenes de sangre a nuestro ejército, para envolverlo en una espiral infinita de dependencia y complicidad con el poder norte-americano.

Hay que asignar la responsabilidad de los costos que paga la nación por esa obra de anexión, y los que tendrá que pagar por redimirse, a quienes les compete.

Estamos ante un gran crimen principal, causante de muchos otros que aterrorizan la sociedad y aceleran la disolución de su unidad histórica. Este crimen ni prescibirá ni tendrá perdón, mientras en la dominicanidad halla en quienes se refugie la dignidad de nuestros ancestros, cuyo motivo fuimos y a quienes debemos ser leales, siendo fieles a la patria que nos legaron.

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