Ya las glorias de la separación del estado haitiano en 1844 han quedado opacadas por la consistencia de cómo el sentir popular se ha enraizado en torno a celebrar un carnaval desfasado, que casi siempre continúa después del miércoles de ceniza en el ciclo cuaresmal de la Iglesia católica, iniciado el pasado día 25.
Ya no nos acordamos del sacrificio y de los esfuerzos de un grupo de soñadores que consideraron que ya era suficientemente larga la ocupación haitiana, que se había iniciado en 1822 con el beneplácito de la mayor parte de la población, celebrando actos de bienvenida increíbles, y aliviados después de verse abandonados por España y por la Gran Colombia, que no quiso reconocer la independencia efímera de Núñez de Cáceres.
Los orígenes de nuestra República, conformada en torno a las ideas de Juan Pablo Duarte, fue de grandes temores frente al poder haitiano que todavía tenía los vestigios de su grandeza, que había derrotado a las fuerzas napoleónicas a principios del siglo XIX. Los haitianos dieron demostración de gran valor y una fiereza sin igual, cometiendo actos de barbarie, que desde entonces, permanecen en el subconsciente de los dominicanos, generando un temor que nos impide a ser los líderes de un movimiento que saque al vecino país de su gran atraso y futuro incierto.
Las celebraciones de las fiestas patrias que se escenificaban durante la dictadura de Trujillo, cuando éste, por sus propios intereses y motivos especiales, tenían gran realce, sin la interferencia de los carnavales, que eran cosa secundaria, sin los atractivos de hoy en día. Pero en los últimos 20 años, han desplazado el cantar el himno nacional o escuchar el sonido de la trompeta para recordar a los héroes caídos. Es más llamativo y festivo una máscara costosa de la comparsa de los Duke de La Vega y la romería semanal hacia el Cibao, donde ya el carnaval es al estilo criollo, que tener un patriotismo y venerar la memoria de los héroes de la separación dominicana y también a los de la Restauración.
Al comienzo del siglo XXI, el patriotismo, ha desaparecido de nuestras obligaciones cívicas. Es más atractivo reemplazar los valores criollos por las costumbres exóticas de países más desarrollados, que han influenciado en la masiva presencia de dominicanos que viven en tantos países de ultramar, y cuando vienen de visita, traen sus nuevas costumbres y gustos, distorsionando por completo lo que debía ser el recuerdo imperecedero de la lucha que sostuvieron nuestros padres fundadores para hacer viable una nación, que en 1844, era un reducido grupo de seres humanos vagando por extensas superficies sin saber a qué se debían o quién los gobernaba.
En el siglo de la globalización, y arropados por tantas costumbres exóticas, ya nadie se acuerda que todavía tenemos obligaciones que podrían hacer posible una nación fuerte y respetada. Hasta podría ser la base para sacudirnos de tantos malos gobiernos, cuyos integrantes, solo han tenido como norte el aprovecharse del poder para sus beneficios y satisfacer sus pujos dictatoriales, obviando descaradamente todo los que sentenciaba el patricio Juan Pablo Duarte para nuestra orientación.
Las presentes generaciones están más ocupadas en los gustos exóticos de otros países, en especial, con los vicios que están destruyendo a muchas naciones, y desprecian todo lo que fueron los valores iniciales de la nacionalidad. Incluso se da el caso que ya hay dominicanos que tienen más respeto y devoción por los padres fundadores de la gran nación norteamericana que por los nuestros, que a veces, son considerados como un grupo de infelices seres humanos, analfabetos, que fueron arrastrados a una lucha que ni sabían de sus razones o de cómo iban a morir.
En estos días, tan solo vemos las competencias de las comparsas carnavalescas, que en calles y grandes salones de baile, se exhiben con colorido, extravagancias y alegría, solo las Fuerzas Armadas recuerdan con veneración a los padres fundadores de la nación dominicana. Ellas quedan como salvaguardas de la nacionalidad en momentos tan cruciales para el futuro por existir tantos temores frente a un vecino estado en efervescencia total, que ya una vez combatieron, con gallardía y valor, nuestros ancestros. Pero ahora merecen otro tratamiento del rescate de tantos millones de seres, para que no sucumban a su auto exterminio y que tampoco pretendan invadir masivamente nuestro territorio para evitar verse aniquilados por el hambre ya que convirtieron su territorio en un erial.