161 años de bandazos morales y cívicos

161 años de bandazos morales y cívicos

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Desde la eternidad los Padres de la Patria no pueden sentirse orgullosos de su obra a 161 años de haberse llevado a cabo la misma, cuando los descendientes no se entienden, y han apartado de sus conductas la honestidad y los valores morales que le dieron origen a la república, a la vez que casi todos los estamentos sociales y políticos están salpicados por la corrupción y el negocio de las drogas.

Mañana se celebra un aniversario más de la gesta separatista, que pese a las improvisaciones, y quizás para evitar que el suceso ocurriera el 29 de febrero de 1844, que fue un año bisiesto, se llevó a cabo con toda la impetuosidad de la juventud, sin pensar en las consecuencias finales, aun cuando las condiciones estaban dadas para gestar y establecer una nación independiente de Haití, que por 22 años dominaba la parte oriental de la isla de Quisqueya.

Esa década del 40 del siglo XIX se inició cuajada de acontecimientos que iban favoreciendo la decisión de los dominicanos de ser libres de los haitianos. La estrategia de Juan Pablo Duarte iba tomando forma a medida que prendía en los ánimos de una población, que pese a no sentirse esclava, no disfrutaba plenamente de los derechos de ser ciudadanos de un país libre.

El terremoto de 1842, la convulsión política en Haití que sacó del poder a Boyer, los esfuerzos de Herard de primero al traerse a los dominicanos, para lograr sus objetivos y luego perseguir a esos mismos dominicanos, que llevó a expatriar a Duarte, iban conformando el ambiente para que esa reunión en la puerta de La Misericordia en la noche del 27 de Febrero culminara con la impetuosidad del ahora o nunca, proclamando sin derramamiento de sangre el derecho de los dominicanos a vivir en libertad.

El laborantismo de los políticos dominicanos, inexpertos unos, y ladinos los otros, comenzó a darle forma al destino de la nación, que logró la salida de las autoridades haitianas sin problemas, mientras los regimientos dominicanos, que pertenecían al ejército haitiano, poco a poco se iban incorporando al esfuerzo bélico que se veía venir y que estalló en el mes de marzo de forma masiva con los encuentros de la Fuente del Rodeo, en Azua el 19 y en Santiago el 30. Así se definió el curso de los acontecimientos mientras la vida política en la capital se agitaba. Ya los trinitarios, con Duarte a la cabeza, no eran indispensables y fueron considerados enemigos de la patria, unos fueron fusilados y a otros se les envió al ostracismo. Desde ese momento se sellaría el destino de la nación en su devenir histórico, padeciendo todas las inconsecuencias y ambiciones de los políticos, que han medrado a la sombra del erario público, para robar sin temor al castigo, como ha sido hasta ahora en 161 años de vida independiente.

Al ver como vivimos ahora, en donde se atropella a todos para lograr los objetivos de mayores beneficios en todas las actividades, tanto las públicas como las privadas, deben dejar desde la eternidad a Duarte y sus compañeros amargados y pensando, al igual que Simón Bolívar, que darle democracia a los pueblos de América es arar en el mar.

Los dominicanos no somos la excepción de desaprovechar la democracia, al ver el derrumbe moral que amenaza con despojarnos de los pocos valores, que todavía, un pequeño grupo de dominicanos, sostienen contra viento y marea, tratando de educar sus hijos con las mejores intenciones de lo que debe ser ciudadano en un país libre.

Ser realmente libre en el país no es posible, al ver como la delincuencia de todo tipo, desde la de cuello blanco hasta la entintada en sangre, así como lo que predican los políticos, de que el poder es para usarlo, y más cuando el gobierno del 2000 al 2004 se manchó vilmente, al llevar a cabo los actos más insólitos y repudiables en contra de las instituciones del Estado con el desfalco de sus recursos, sin detenerse a pensar en el daño que cometían, obnubilados como estaban viendo como se llenaban sus alforjas de dinero mal habido, incluyendo el proveniente del tráfico de drogas que convirtió al país en un puente más confiable que Haití para hacerla llegar a Estados Unidos a través de empresas serias, que sin darse cuenta, o dándose cuenta, se presentaron a un trasiego con las consecuencias de considerarnos con todas las instituciones podridas y penetradas por el delito.

La responsable decisión del Presidente de la República y de la Suprema Corte de Justicia, de extraditar a un importante cabecilla del narcotráfico, que poseía recursos billonarios, habla a las claras, que en las vísperas de un aniversario del sueño de Duarte, al fin se lleva a cabo una profilaxis moral para rescatarnos de la inmundicia de la conformidad con el delito para restaurar los valores de una nación decente como la soñaran nuestros Padres de la Patria.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas