Rosa Tavárez, desde el imaginario de la alegría rural hasta la obra concebida

Rosa Tavárez, desde el imaginario de la alegría rural hasta  la obra concebida

1.- Cuando se viene desde el campo a la ciudad, ser morador o moradora de un vasto espacio, donde la naturaleza impone su lenguaje implica heredar un imaginario de base para la fantasía y los sueños, que buscarán un recodo propio, al cabo del tiempo y las circunstancias. Este proceso tiene implicaciones especiales, porque se trata de la evolución de una artista, que impactada por el mundo urbano, debe preservar sus fuentes de creación.
Hay un génesis, Rosa Tavárez ha nacido en Santiago y desde que se investiga ese nacimiento, la clave obsesiva de ser artista, de sospechar con fuerza la pulsión potencial de una vocación, indica que hacia el futuro, algo grandioso como expresión y estallido debía suceder.
En Santiago hay un ethos cultural fuerte, definitivo y allí todo lo marca la naturaleza como forma de vida, como mirada auspiciosa.
En la ciudad de Santo Domingo, Rosa Tavárez conoce a Ada Balcácer, que entonces vivía en la calle Salomé Ureña, angosta y poética vía, poblada de trinitarias en las ventanas, apacible latido de la Ciudad Colonial.
Era la década del 70, el Viento Frío de René del Risco, aún hacía sentir ese aliento a muerte y dolor. En la casa de Ada Balcácer, los recuentos de la Guerra de Abril, recientemente acaecida, la solidaridad para los perseguidos, era cosa de todos los días.
Allí se hizo la peña de Ada, que era de arte y política, Doy Gautier (arquitecto), René Alfonso (arquitecto), Norberto James (poeta), Jaime Cruz (combatiente de la Guerra de Abril), Jeannette Miller (escritora y crítica de arte), Coco Gonthier (pintor y dibujante), Yolanda Vallejo de Naranjo (empresaria), Hugo Tolentino (historiador y dirigente político), Joaquín Basanta, Daniel Henríquez, Danicel -mi pueblo se armó para la guerra», Collage 1972- (pintor y activista político), Efraím Castillo y nuestro gran Reyito, Gaspar Mario Cruz dialogando con Domingo Liz. Enriquillo Sánchez, Plácido Piña (arquitecto), Federico Fondeur (arquitecto) y Carlos Francisco Elías (crítico de cine ).
Habría que agregar, como un personaje más de aquella escena, las visitas sorpresa de don Juan Bosch, casi siempre al caer la tarde.
El periódico El Nacional era el tema de conversación de la tarde, luego vendrían los debates y las llamadas para saber a quién había que socorrer, al filo de la vida vivieron muchos, vencidos por la muerte a destiempo, nos abandonaron otros.
Danilo de los Santos se refiere a ese tiempo como «contrainsurgencia», y lo recrea con una certeza irrenunciable, mosaico dramático de nuestra Historia Dominicana 1.
En medio de todo aquel torrente de ideas, fascinada y fascinando, sin ser decorativa, sin ser la belleza que nos vino a salvar, estaba Rosa Tavárez, agregando sus historias de Santiago, la razón de su vocación: la fuerte mirada a la naturaleza y sus colores, estallido aún presente en sus obras, en la etapa definitiva de su madurez como artista.
Bien, evoco esos tiempos vividos como un elemento importante en las ideas fundacionales de la artista. Si me he desviado quizás del objetivo, que es Rosa Tavárez, lo hice porque me resulta imposible continuar con este ensayo, sin hacer alusión a una etapa de su vida, esencial en la reafirmación de su vocación como artista.
En una sociedad ya difícil para los hombres de ideas y artistas, deben suponer lo que implicaba para una mujer abrirse paso entonces e incluso hoy día, allí en aquel taller convertido en asamblea deliberativa.
Así y allí conocí a Rosa Tavárez, así me inicié en el conocimiento de su obra, que insisto: debe mucho a un sustratum de imaginería popular rural, esa pureza de mirada limpia y poética, que ella traduce a su manera muy personal.
Cuando se llega a la ciudad, entonces, el imaginario, que ha sido nuestro tema inicial, define posturas y será inevitable referirse entonces Jacques Lacan2, cuando confirma que lo real es lo que no se puede imaginar, porque pertenece a otro registro simbólico. En cambio, lo imaginario queda en un espacio, con el cual la artista tiene un compromiso interior, en el lenguaje obsesivo y en la obra, luego la artista se aferrará a esos referentes de la ruralidad con toda la carga de imaginería que le son propia: los cuerpos desnudos corriendo entre los arbustos, entre la humedad y el deseo, mientras la lluvia, desde lo alto, toca todo lo que se mueve en la tierra.
Cuando Rosa Tavárez llega a la ciudad, atrás no queda nada, todo lo lleva consigo, el agudo pensamiento para el esfuerzo y ese imaginario que marcará su obra para siempre.
Cuando se viene del campo a la ciudad, es lo que he dicho al inicio, la imaginería pide a quien la porta, una autenticidad proverbial, un rincón de poesía y recuerdos, un instinto de memoria y permanencia.
2.- ¿De qué territorios y pasiones nos habla Rosa Tavárez? Ella sabrá hacia qué espacio de su vida se refiere cuando lo titula en una retrospectiva; ella sabrá lo que recuerda, pero otros podrán también mirar desde fuera, entre 1963 y el 2013, espacio donde ella retrotrae su obra vasta y delirante, ¿por qué elige para esa retrospectiva términos como pasión y memoria, este último señalado por quien escribe más arriba?…
¿Conocerá la famosa expresión de Bernard de Bouvier de Fontanelle?
Rosa Tavárez, está plenamente consciente, de que, lo que hace, es rememorar y entiende que solo hablando de pasión y memoria podrá entonces ayudar a la obra expuesta y curada bajo estas cronologías, y expresar al espectador, su convicción de artista más íntima y franca. No hay afectamientos, poses pendejas, se asume con su historia y ofrece un repaso visual de su obra, sin desperdicios ni juegos de artificios.
Pero de todas formas, la idea de territorio es amplia, en la mente es una inmensidad insondable y absoluta, la artista lo intuye y sabe también que está diciendo territorio dos veces, porque en el ser humano, si algo es un territorio, es la memoria misma.
Cuando la memoria es territorio, el tránsito tiene matices emocionales diversos y lúcidos, un cúmulo de razones ordenan ese espacio, que reporta a su vez una secuencia de vida y avatares.
De este modo, memoria y pasión, juegos alternos de la conciencia humana, son para Rosa Tavárez esenciales, como actitud de vida y referencia de obra definida, en el ejercicio de un oficio.
En esa mirada hacia el pasado, que no es lo mismo que virarse materialmente y mirar atrás, se nos multiplican las Rosa Tavárez, porque la versatilidad creativa se esparce sin piedad, estalla con esplendor en la reconfirmación de aquella vocación de niña obsesiva que sabía en la ingenuidad de su corazón en flor, que su único camino eran las artes, como vocación de vida y tributo a su talento.
La retrospectiva es un laberinto libre, te invita a entrar.
Me miro entre los cuadros, paseo, busco en la retrospectiva lo que conozco a tientos, no me importa evolución alguna, no respeto tiempos y cronologías, lo convierto en un bosque Rosa Tavárez libérrimo y salto de los grabados, a los cuadros, en el silencio de una noche de museo, me cuelo hacia arriba y solo me encuentro con la obra, como en un ritual de fuego y telas.
Nadie me tiene que decir dónde voy, deambulo absorto y me contagia el delirio de las figuraciones, la insistencia en el autorretrato, como una suerte de testimonio de sí, sin narcisismos aparentes, pero con una fuerza descriptiva brutal, en las líneas que conforman la figura humana.
En el salón de abajo ululan unos aplausos fuertes, de repente vuelvo en sí, me dispongo a bajar las escaleras de un Museo que quiero como a mi vida, siempre. Al irme de la retrospectiva, me queda una pregunta, casi como un antiguo ritornello: ¿de qué territorios de pasiones y memorias nos habla Rosa Tavárez?…
No me respondo a mí mismo, no busco respuestas vagas, decido recorrer la interioridad de esa pregunta, por mí mismo, rebuscando, pensando, cavilando, porque la propia artista con su obra, ha dado ya una respuesta contundente, cuando las obras hablan, los artistas si son inteligentes, se callan a discreción, dejan lado toda palabra que ya la obra ha expresado, en el tino de su clave, en lenguaje que tiene su ABC interno, que no resiste de otro ajeno, extraño a el mismo.
Ahora bien, para explorar hay que leer símbolos, aventurarse a una interpretación teórica que implique un viaje hacia Rosa Tavárez, sin estación terminus, como locomotora rauda disparada bajo el vapor de los sueños, entre nubes azules, hacia la vida.
Vitalismo telúrico, que no resiste desviaciones en sus interpretaciones conexas entre cuerpo, colores y formas, (CFE)

Citas :
1 De los Santos, Danilo. Memorias de la pintura nacional Tomo I. Editado con motivo del centenario de E. León Jimenes. 2003.
2 Lacan, Jacques. Seminario sobre La Psicosis 1955-1956. París, Francia.
3 «Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes».
Bernard Le Bouvier de Fontenelle. Fue un escritor francés que optó por lo moderno nació en 1657 y murió en 1757. Era cartesiano y fue famoso por una obra que hoy tiene vigencia: la pluralidad de los mundos (Entretiens sur la pluralité des mondes / Entrevista sobre la Pluralidad de los Mundos )

Nota : Este texto es un fragmento del Ensayo del mismo título, que figura en el libro Rosa Tavárez: «Territorios de la Pasión y la memoria» Publicado por el Museo de Arte Moderno, Ministerio de Cultura en el año 2014.

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