EL MÚSCULO DEL BUEN HUMOR

EL MÚSCULO DEL BUEN HUMOR

“El buen humor es el mejor traje que puede lucirse en sociedad”, afirmó el novelista inglés William M. Thackeray (1811-1863).
Para el polifacético sociólogo y monologuista Iñaki Marañón (España, 1977), el humor “también es un músculo que todos tenemos y podemos entrenar y desarrollar”.
“Usain Bolt corría como el viento. A veces parecía que iba a volar. Es como si hubiese nacido con ese don. Pero si no lo hubiese intentado, si no hubiese entrenado ni le hubiesen enseñado cómo hacerlo de la mejor manera posible, no estaríamos hablando de él”, señala Marañón.
Iñaki Marañón es el nombre artístico que ha adoptado Ignacio Peláez, nacido en la ciudad norteña española de Vitoria, “básicamente porque había hospitales en esa ciudad”, en homenaje a Marañón, el pequeño y hermoso pueblo de Navarra (norte de España) “con unos 40 habitantes” de donde es oriundo y a un kilómetro del cual vive actualmente.
“Con el humor pasa lo mismo: todo en esta vida se puede aprender y entrenar y, como toda destreza, también se puede pulir y llegar a ser un experto en la materia”, explica Marañón, quien quiere efectuar su aporte para “fomentar con respeto y educación el humor, algo que hace falta en la sociedad actual”.
“Es verdad que hay personas que nacen con más gracia, y otras con menos. No obstante, el humor, como la velocidad de un atleta, se puede adquirir y mejorar conociendo sus ‘ingredientes’, sabiendo utilizarlos para mejorar nuestras relaciones sociales, familiares, laborales y personales”, apunta Marañón (www.inakimaranon.com).
Este licenciado en sociología, experto en relaciones públicas y comunicación, ‘coach’ (entrenador) en humor y habilidades sociales, actor, maestro de ceremonias y animador de eventos, ha publicado el primer manual de bolsillo en español que explica los elementos y dinámicas que configuran el humor.
La ironía, el “call-back”, la empatía, la exageración o la sorpresa, son algunas de las herramientas que Marañón describe y enseña a utilizar “siempre con estilo y elegancia”, en su libro “El protocolo del humor”.
“A los seres humanos nos gusta reírnos y sonreírnos. Está científicamente demostrado. Entonces, conocer los trucos del humor siempre será un valor. Un regalo para el que lo recibe y una buena recompensa para el que lo da”, asegura Marañón.
“Efectivamente, el humor, como una habilidad social más, se puede aprender, entrenar y mejorar. Posee unos elementos y unas dinámicas que se conocen hace años”, explica Marañón a Efe.
Destaca que un humor integrador, sociable y positivo, aporta beneficios fundamentales en todo grupo humano, y que con el buen humor se genera confianza, comunicación, fluidez, evita que se agraven conflictos… y se aumenta la creatividad.
“¿Qué sería de muchas comidas familiares, de la adolescencia o de la cuenta bancaria a fin de mes, si no hubiese algo de humor?”, reflexiona este monologuista.
Añade que “el humor positivo mejora la rentabilidad de las empresas, porque cohesiona grupos humanos, afianza una mayor interrelación entre los distintos compañeros y evita bajas laborales, especialmente psicológicas”.
“¡Reír y sonreír nos hace más felices, y una persona más feliz suele ser más beneficiosa en todas las áreas de la vida!”, enfatiza.
Consultado por Efe sobre algunas herramientas prácticas para entrenar nuestra ‘musculatura humorística”, Marañón describe cinco recursos para hacer reír a la gente, “claro está, con estilo”:
La ironía. “La propia vida te enseña sus contradicciones, y lo irónica que puede llegar a ser. Comprender esa ironía ayuda a superar sucesos del pasado”, explica Marañón.
“¿Una forma de aplicarla? Cuando llevamos esperando 15 minutos en la puerta de una discoteca, podemos decir «¡Qué bonito es una persona que te escucha, que te comprende, que siempre está ahí, como el portero de la discoteca…!»”, señala.
“Call-back”. Según Marañón este recurso, que significa algo así como “volver a llamar” se suele utilizar al final de un monólogo o en un momento oportuno, haciendo referencia a una broma o chiste de la actuación que ha funcionado, o a una situación graciosa que hay ocurrido, ya que la gente se acuerda de ese momento humorístico, y su mención le produce gracia.
“Recordar ciertos momentos pasados nos debe hacer entender que casi nada tiene la relevancia que muchas veces le damos, creando dramas o castillos en el aire. Esa “llamada de vuelta” nos permite relativizar las cosas, encontrarle la lección a aprender de ello, y reírnos de nosotros mismos”, apunta Marañón.
Empatía. “En un contexto de estrés, si nos ponemos en la situación de la otra persona podemos comprender mejor su comportamiento, y es entonces cuando un comentario con gracia puede ayudar a relajar las cosas y a reconducirlas hacia un contexto más beneficioso”, asegura Marañón a Efe.
“Por ejemplo, cuando vemos a nuestro jefe igual de fastidiado que nosotros, ponernos en su situación, empatizar con su circunstancia, nos hace ver que todos somos humanos, independientemente de cómo sea cada uno”, señala.
“La empatía es una de las principales habilidades sociales, y tal vez, junto con la escucha activa, las que mejor realizan la función de ‘lubricante”, según este experto en humor.
Exageración. “Oye Paco, tengo un millón de palomas.
– ¿Mensajeras?
– No. No “te exagero” nada.
“No podía resistirme a no contar esta circunstancia concreta”, señala Marañón, dando un ejemplo de la exageración como recurso humorístico.
Es una herramienta a la que podemos recurrir cuando un amigo nos está contando que su pareja le ha dejado, o cuando alguien ha tenido un ‘fracaso’ o ‘ha fallado un penalti’, según este escrito, que asegura que “ha fallado 8503 penaltis, incluidos algunos lanzados al arcoíris”.
“Exagerar ciertos aspectos a los que les damos demasiada importancia ayuda a percibir otra perspectiva, y a no tomarnos demasiado en serio. Al fin y al cabo, dentro de cien años todos estaremos calvos, y no digo una exageración”, asevera.
Sorpresa. “Este recurso puede ser útil cuando nos enfrentamos a situaciones desagradables, como por ejemplo que nuestro perro ha hecho sus necesidades en la mesita del salón”, señala Marañón.
En ese caso “podemos sorprender a nuestra pareja con el asunto e intentar persuadirla para que lo limpie, y ¡nos llevaremos una sorpresa si conseguimos convencerla!”, dice el autor en tono de broma.
“De todas maneras, siempre habrá sido una buena forma de afrontar la circunstancia. Si tenemos que hacerlo, es decir, si nos toca limpiar la mesa, mejor hacerlo con una sonrisa”, ironiza.

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