Un nuevo Pemex busca que el de AMLO sea su sexenio para brillar

Un nuevo Pemex busca que el de AMLO sea su sexenio para  brillar

Employees walk at Mexico's national oil company Pemex's refinery in Salamanca, in Guanajuato state, Mexico, February 8, 2016. Picture taken, February 8, 2016. REUTERS/Edgard Garrido

No importa la promulgación de la reforma constitucional de 2013 ni las leyes secundarias de 2014 o mucho menos los 107 contratos petroleros con empresas privadas y los compromisos de inversión que ya hay en papel, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador pretende convertirse en el gran sexenio de Pemex en materia energética.
La llegada al poder del político tabasqueño ha borrado paulatinamente el discurso de un ‘piso parejo’ para los participantes de la renaciente industria petrolera privada en México y en su lugar, poco a poco se conforma la idea de que en los próximos seis años, o más, la meta será fortalecer nuevamente a Pemex, desprenderla de la dinámica de debilitamiento en la que se encuentra actualmente y dotarla de autonomía y recursos para volverse el eje dominante en el sector.
Ya hay muestras de que el nuevo plan va. Uno de los primeros signos de ello se dio hace apenas unas semanas con el nombramiento de Octavio Romero Oropeza como próximo director de Pemex.
Se trata de un personaje de la entera confianza de López Obrador, y a quien poco le han importado los reflectores, atender los cuestionamientos de los medios o las dudas que se acumulan en el mundo financiero, sobre todo por los proyectos de infraestructura energética (entiéndase principalmente las refinerías) que levantan cejas por las dudas de su viabilidad financiera.
Romero, al igual que el presidente electo, es oriundo de Tabasco y fue el oficial mayor de López Obrador cuando este fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Que nadie dude que el próximo director de Pemex tendrá amplia comunicación con Palacio Nacional o donde sea que el presidente vaya a despachar, especialmente por la cantidad de recursos que habrá de operar la empresa.
De entrada, Romero tendrá bajo su responsabilidad la gestión de un amplio presupuesto, del que al menos 75 mil millones se destinarían para exploración y producción, con el objetivo de aumentar la producción en un tercio en dos años.
Otros 49 mil millones de pesos se destinarán para modernizar las seis refinerías de Pemex, que actualmente producen el 41 por ciento de su producción potencial. López Obrador quiere que operen a plena capacidad, y también contempla construir refinerías nuevas.
El dinero para rehabilitar las refinerías provendrá del presupuesto de Pemex, de acuerdo con Rocío Nahle, la futura secretaria de Energía.
Y ese es el problema para los inversionistas, que temen volver a los malos tiempos cuando la petrolera pagaba impuestos descomunales, asumía proyectos de gasto que no generaron nuevos ingresos y se enfocaba en áreas menos rentables, como la refinación en lugar de la perforación.
“El riesgo número uno para Pemex sería un mayor gasto de capital de una empresa que no está generando esa misma cantidad de dinero”, advirtió Nymia Almeida, principal oficial de créditos de Moody’s Investors Service.
Moody’s cataloga la deuda de Pemex solo un nivel por encima del bono basura. Esa calificación podría replantearse si hay un cambio en la trayectoria del gasto, afirmó Almeida.
Aunque la deuda alcanzó los 104 mil millones de dólares a fines de junio, Pemex ha estado “en el camino correcto” al reducir gradualmente la cantidad de nuevos préstamos, aseguró la analista. Los planes actuales de Pemex son colocar en los mercados una deuda de entre 3 mil millones a 3 mil 500 millones de dólares en lo que resta del año.
En general, Pemex es una empresa que está seriamente enferma en términos financieros. López Obrador promete revivirla, pero el tratamiento podría terminar de matar al paciente.
La mexicana es una de las compañías petroleras más endeudadas en todo el mundo y ya no tiene mucho petróleo para compensar por ello: la producción ha bajado cada año desde 2004, y las reservas han disminuido más de la mitad en los últimos seis años.
Sus refinerías pierden dinero, y cuanto más refinan, más pierden. En medio de este gris panorama, Pemex ha logrado mantener calificaciones crediticias de grado inversión, recortando el gasto de capital y recabando ayuda de compañías privadas para desarrollar activos petroleros a cambio de participaciones en ellas.

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