Frontera dominico-haitiana: inseguridad, inercia e indefensión

Frontera dominico-haitiana: inseguridad, inercia e indefensión

Desde hace más de seis décadas la frontera que divide a la República de Haití y la Dominicana es simplemente un descampado a lo largo de la misma, en la cual ha permeado siempre una inseguridad para los que se aventuran, sea por necesidad o por turismo, a pasar no pocos momentos desagradables, algunos que rayan por su magnitud, en asaltos y pandillerismo, sin que nuestras autoridades, tanto civiles como militares, traten de buscar medidas tendentes a imponer el imperio de la ley y acabar con esos desmanes que parecen indicar que nuestro país no tiene formas de que se cumpla con las leyes y el acuerdo fronterizo entre ambos países. Lo ocurrido el martes 10 del mes que discurre en un paraje de la Carretera Internacional en La Palmita, a unos 25 kilómetros de la villa Restauración, es un hecho insólito que haya ocurrido en pleno siglo XXI y que debe mover a reflexión a todos los dominicanos que les duela su país. Un grupo de excursionistas entre los cuales había cuatro galenos, fueron despojados de sus pertenencias por una turbamulta de haitianos, que armados de machetes, cuchillos y palos los secuestraron por más de cuatro horas, en donde al solicitar ayuda a militares que observaban esa ilícita operación, estos se desentendieron alegando que no tenían órdenes para intervenir, no obstante ver el estado de desesperación e invalidez en que se encontraban sus conciudadanos y a los cuales debían defender. Esta tropelía no ha pasado por alto, por tratarse de ciudadanos ilustres de amplio ejercicio en sus profesiones y que por esa elevada posición en la sociedad, fueron entrevistados, tanto por la prensa escrita, radial y hasta televisiva. La impotencia de observar en su propio país como una masa depauperada de extranjeros ilegales, les amenazan, los cercan, les roban sus motocicletas, teléfonos móviles y prendas de valor, ante militares que ni siquiera hicieron intentos, no solo de defenderlos, sino de pedir auxilio a tropas que se encontraban acantonadas a lo largo de la frontera, según los altos mandos militares. Este tipo de incidente ocurre muy a menudo y no tiene consecuencias porque los atracados son personas humildes que no tienen acceso a los medios de comunicación ni a las redes sociales. Esta operación secuestro-despojo no debió de ocurrir, ya que nuestro Presidente en el discurso ante la Asamblea Nacional, enfatizó que más de novecientos efectivos militares, helicópteros, carros de asalto y drones de alta tecnología, habían sido dispuestos para sellar la frontera y dar protección a todos los dominicanos.
El ministro de Defensa, sobre este caso, en unas declaraciones ambivalentes expresó: “Las FA tienen sus leyes y reglamentos y si los soldados actuaron de manera negligente van a ser sancionados drásticamente, porque no vamos a permitir que la vida humana esté en peligro y mucho menos en la Carretera Internacional”. Esto significa, que se formará una “comisión” y si se dan resultados, será cuando ya este suceso haya perdido su importancia. A nuestro entender, nuestras fuerzas armadas ya no tienen ni la disciplina, ni respeto y hasta podríamos decir el valor. Recuerdo, en la época de los años 50, cuando en mi pueblo El Mamey, había un alcalde pedáneo de nombre Don Pancho, que con solo aparecer, infundía un respeto que hacia cumplir las leyes sin necesidad ni de armas ni de rayas. Es más, su montura era un buey. En ese mismo sentido, en la ciudad de Puerto Plata, el encargado militar era un capitán, el cual imponía más sentido de autoridad, que los generales y mayores generales que hoy se suman por centenas y ni siquiera pueden organizar el orden en la frontera.
Por ahí circula un meme, de dos militares dominicanos armados con fusiles automáticos, que al ir a indagar lo que estaba haciendo un ciudadano haitiano, éste como una fiera sacó un machete y “nuestros bravos soldados” pusieron pies en polvorosa. Ahí es que muchos dominicanos les endilgan a los vecinos: “Trujillo”. Si los militares encargados de vigilar y hacer respetar nuestra frontera permiten que se sigan infiltrando en una invasión pacífica los haitianos, no pasaran muchos años sin que ellos se envalentonen aun mas, y si no nos defendemos con las armas, “oyendo los cantos de sirena” de las ONG y los organismos internacionales que nos tildan de racistas, tendremos que conformar una milicia patriótica civil, para evitar que nos saquen de nuestra amada Quisqueya. Estemos alerta, porque cuando despertemos, la invasión pacífica será tan numerosa que nos desplazarán y ocuparán nuestro territorio para que se cumpla su lema constitucional “única e indivisible”.

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