Cornelia Margarita decía: somos así y así somos

Cornelia Margarita decía: somos así y así somos

Si de veras queremos buscar solución al asesinato de tantas mujeres por sus maridos o por quienes fueron sus parejas, debemos ir bien atrás. Desde siempre la mujer ha sido entregada, como dice Violeta Yangüela, como esclava en su obra “Esclava te doy”.
¿Acaso olvidamos que somos el país que celebró, cantó y gozó durante décadas aquel aire cuyas letras cantaban: “Eran las tres de la tarde/cuando mataron a Lola/y dicen los que la vieron/que agonizando decía/ Yo quiero ver ese hombre/para abrazarlo y besarlo/para abrazarlo y besarlo y después. morir tranquila”
Somos el país que celebró durante décadas aquel ritmo que cantaba: “Muchacha de quince años/ busca tu marido/que viene el invierno ahora/ y hace mucho frío/ “. Ahora nos rasgamos las vestiduras y, con aire de sabihondos, criticamos el alto número de parturientas menores de 18 años.
Ese mismo aire decía: “Muchacha de veinte amores/y conmigo 21/ si no te casas conmigo/no te casas con ninguno” ¿La iba a matar, si no se casaba con él? Somos el país de “pónmelo ahí/ que lo voy (vuá) a partir”.
Somos el fruto de siglos de convivencia entre aquí la puse y allí la dejé, un país donde si no es paja es plomito, donde el allante sustituyó el tigueraje y el abuso contra la mujer se ha multiplicado, mientras algunos sabios y sabias andan inventando el hilo en bollitos sobre el origen de la violencia que cobra la vida de muchas mujeres y buscándole una nueva pata al gato.
Es en nuestra práctica de vida donde están las raíces de un problema, una situación difícil de erradicar, que se puede disminuir con una gran carga de voluntad política. Es entre todos como podemos crear una nueva conducta, un nuevo trato, una consideración pregonada por Jesucristo: ama a tu prójimo como a ti.
Por eso José Martí decía: “de mujer bien puede ser, que mueras de su mordida, pero no empañes tu vida, diciendo mal de mujer”
Cuando me entero de que un padre viola a una hija, que un padrastro viola a una hijastra, que un pariente, vecino cercano viola a una niña, no me escandaliza, me preocupa, al fin y al cabo, escandalizarse no es una contribución a la solución de un mal que viene de muy viejo, de muy lejos.
¿La mujer? ¡A la casa!, vistiendo un túnico con el ruedo pesado, para que no se lo levante a cualquiera. ¿El hombre? ¡A la calle! a pedírselo a todas las mujeres “que la que no te lo da te lo agradece “, porque entiende que te gustó
Nos dieron ojos para ver y miramos hacia otro lado, oído para escuchar y usamos auditivos para eliminar las voces de la sensatez.

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