Leonora Carrington o la desposada del viento

Leonora Carrington o la desposada del viento

“¿El mundo que pinto? No sé si lo invento, yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mí.” Leonora Carrington

“Es cierto, el cuento es un breve sueño, una corta alucinación”, con esa frase de Jorge Luis Borges se inicia la monografía que Ana Rosa Domenella escribió sobre la vida y la obra de Leonora Carrington. Lectura indispensable después que Elena Poniatovska escribiera esa crónica tan viva y sentida de su amistad de cincuenta años con esa “inglesa loca” que alucinaba sueños y cuentos, en el papel, en las telas, en las esculturas, en sus escritos, en los muros, en las obras de teatro que escribía con fino humor corrosivo y hasta en las muñecas de trapo que cosió hasta que se murió el miércoles 26 de mayo del 2011 en el hospital inglés de la ciudad de Méjico.

Porque la frase de Borges, establece ese hilo conductor entre la anciana inglesa muerta a los 94 años, en el Méjico surrealista que dio albergue a Bretón, que la acogió para contar sus sueños desde 1943; y ese relato magistral donde la abuela inglesa del escritor en “Historia del guerrero y de la cautiva” se reencuentra con una cautiva y donde las dos mujeres reflexionan en el confín del mundo cómo se hace para vivir una vida de mujer entre la alucinación y el sueño; entre la psicosis y el arte.
Acaso las historias de tantas inglesas en el continente sean las caras de una misma moneda ¿Quién es esa inglesa de nombre Leonora, que encierra en guacamole verde al arzobispo de Canterbury o dibuja e intercambia hienas y caballos de madera en un baile de palacio con la mucama de la casa para escapar al cerco implacable de los padres asesinos? Acaso sean esas historias, esos cuentos alucinados, un desafío y un signo que tracen la cartografía de vida de Leonora Carrington.
Leonora Carrington nació en Lancashire, Inglaterra el 6 de abril de 1917 y murió en la ciudad de México el 25 de mayo de 2011. Nació en el pueblo de Chorley, hija de una aristocrática y acaudalada familia. Decidió ser artista y contra los deseos de la familia ingresó en la academia Ozenfant de arte, en 1936, en la ciudad de Londres. Allí en 1937, conoció al pintor alemán Max Ernst. Enamorada del alemán se escapó y fue en su busca reencontrándose en viaje a Paris.
Durante los años siguientes vivieron su relación sentimental inmersos en el Paris de la guerra civil española, en los aprestos del nazismo y el fascismo, en esa Europa de preguerra con el movimiento surrealista de trasfondo donde convivió con personajes notables del movimiento como Joan Miró y André Bretón, Pablo Picasso o Salvador Dalí.
En 1938, escribió una colección de cuentos titulada “La casa del miedo” que no es otra que la casa de sus padres y el particular enfrentamiento con el padre y la madre, presos en las convenciones victorianas. Participó junto con Max Ernst en la Exposición Internacional de Surrealismo en París y Ámsterdam y se convirtió en una militante activa en el frente antifascista.
Antes que se produjera la ocupación nazi de Francia, varios de los pintores del movimiento surrealista, incluida ella, se convierten en colaboradores activos del Kunstler Bund, un movimiento subterráneo de intelectuales antifascistas.
La vida tranquila y feliz de la pareja en este sitio duró tan solo un año. En septiembre de 1939 Max Ernst fue declarado enemigo del régimen de Vichy. Tras su detención y prisión en el campo de Les Milles, Leonora sufrió un ataque psicótico y ante la inexorable invasión nazi, se vio obligada a huir a España.
Por gestión de su padre es internada en un hospital psiquiátrico de Santander. De ese período la pintora guardará una marca indeleble, que marcó de manera decisiva su obra posterior. En “Memorias de abajo” cuenta la travesía simbólica y física que tuvo que emprender a raíz del internamiento de Max Ernest. Esas memorias son la descripción de un viaje al fondo de la locura, un periplo por la España desangrada por la guerra civil, por una Europa al borde del cataclismo, la muerte, el horror y el holocausto.
“Comprendí que el cardiazol era una simple inyección y no un efecto hipnótico; que don Luis no era un brujo sino un sinvergüenza. (…) Debía marcharme de allí cuanto antes. Echevarría (otro interno que la protege), “desmitificó” el misterio que me había envuelto y que todos parecían complacerse en espesar a mi alrededor”.
En una entrevista concedida en 1992, en New York ella le contó a la periodista cómo sus padres pagaron el viaje a Madrid y a Lisboa con la secreta decisión de encerrarla en un sanatorio psiquiátrico de Sudáfrica, cómo se escapó de su guardiana y refugió en la embajada de Méjico, en Lisboa, en busca de su amigo Renato Leduc que se casó con ella y la ayudó a emigrar a Nueva York.
En 1942, emigró a México y en 1943 se divorció de Renato Leduc. Restableció sus lazos con varios de sus colegas y amigos surrealistas en el exilio como André Bretón, Benjamín Péret, Alice Rahon, Wolfgang Paalen y la pintora Remedios Varo, con quien mantuvo una amistad hasta la muerte imprevista de la pintora española .
Elena Poniatovska, que mantuvo una amistad de cincuenta años, reconstruyó la vida de Leonora y de toda esa generación que sufrió la guerra civil española y el holocausto en un libro titulado “Leonora”.
(…) En México sus cuentos publicados son “El séptimo caballo”, “La dama Oval”, “La trompetilla acústica”, “La casa del miedo”, “Memorias de abajo” y críticos y especialistas en el surrealismo han analizado su obra extraordinaria y su vida fuera de serie. De Leonora quisiera destacar dos temas que poco se han tocado. Se conoce poco su actitud ante el nazismo y cómo desde los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, a partir del momento en que los nazis entraron en Francia el 24 de junio de 1940, denunció en las calles de Madrid a Hitler, a Franco y a Mussolini. Si la tacharon de loca era porque fue una clarividente y se dio cuenta del peligro antes que nadie”.
Fue de una gran solidaridad para con los judíos.
“El sufrimiento de Chiki, Emerico Imre Weisz, fotógrafo, su marido y el padre de sus dos hijos Gaby y Pablo, está ligado a la guerra civil de España.
Chiki fue quien salvó la maleta de negativos de Robert Capa que hace más de un año apareció en México y que ahora es motivo de una película y un documental.

“Leonora nunca sacrificó su ser verdadero a lo que la sociedad convencional esperaba de ella, nunca dejó de ser ella, escogió vivir en un estado creativo que hoy nos exalta y nos llena de admiración, defendió su talento desde la madrugada hasta el anochecer, primero contra su padre y después contra una clase social que pretendía imponerle leyes estrictas.
Leonora Carrington nunca cedió, jamás le importaron las apariencias, nunca guardó la fachada, vivió para pintar y para sus hijos -Gaby, filósofo y poeta, Pablo, pintor y médico con quienes tuvo una relación entrañable, la más cercana que pueda darse entre una madre y sus hijos”.
“Con su sentido del humor, destrozó cualquier imposición, hasta la de ser surrealista. Más que surrealista su mundo interior fue celta y su obra está muy cercana al mundo de su infancia, un mundo que nada tiene que ver con la lógica, un mundo inesperado de poesía que es el de los Sidhes, o los hombrecitos pequeños”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas