Los brazos abiertos de Irán

Los brazos abiertos de Irán

Pasear por Persépolis, la antigua capital de Persia, visitar tesoros de la arquitectura islámica en Teherán y otras ciudades como Shiraz, Yazd, Kashan o Isfahán, esta última con su plaza de Naqsh-e Jahan (plaza del imán), la segunda más grande del mundo, en la que conviven mezquitas, palacios y jardines, es una experiencia que formará parte de nuestros recuerdos inolvidables.
Las numerosas mezquitas, con sus cúpulas y alminares (minaretes), se erigen orgullosas luciendo sus colores mientras el pueblo llano vive la oportunidad de un nuevo Irán que intenta olvidar y superar los nefastos acontecimientos que tanto sufrió el pueblo.
La antigua embajada de los Estados Unidos en Teherán permanece como recuerdo visitable de la conocida crisis de los rehenes en 1979. Ese fue el año cuando, tras el derrocamiento del sha de Persia, se dio paso al poder los ayatolas, que ofreció a la población nuevos aires aunque con recortes de libertad, fundamentalmente para la mujer, que se tapa de cabeza a pies con el traje tradicional.
La República Islámica de Irán tiene 82 millones de habitantes y una extensión de casi 1 700 000 kilómetros cuadrados. Posee numerosos grupos étnicos como vestigio de la ocupación de griegos, árabes, mongoles o turcos, entre otros pueblos. En su interior tiene desde montañas hasta desiertos profundos, pasando por bazares mágicos de cuentos misteriosos. Según aseguran en la agencia de viajes especializada en este país, InDoostan Tours, Irán es uno de los cinco países más seguros del mundo para el turista y tiene mucho que mostrar en historia, arquitectura, gastronomía y, por encima de todo, su gente, siempre generosa, amable y cordial.
Shiraz. Durante más de dos mil años, Shiraz, sinónimo de refinamiento, poesía y vino, fue considerada centro de la cultura persa y una de las ciudades más importantes del mundo islámico medieval, además de la capital de Irán durante la dinastía Zand (entre 1750 y 1794).
Aquí puede visitar las tumbas de dos grandes poetas, Hafez y Saadí, cuyos versos celebran el placer del amor, el vino, la caza y todo lo que pone en relación la vida cotidiana con la búsqueda de la eternidad, que se han ido convirtiendo con el tiempo en importantes sitios de veneración.

Es interesante visitar la mezquita de Vakil y los baños del mismo nombre, que reproducen sus costumbres ancestrales, con áreas para mujeres y para hombres, y el santuario de Alas Ebn-y Hamze, mausoleo y mezquita donde yacen los restos del emir Alí Ibn Hamze.

Shiraz, de tráfico caótico, cuenta con magníficos jardines y extraordinarias mezquitas y es el punto de partida para la habitual excursión a Persépolis, que es el destino turístico principal de la zona.

Persépolis. Nos cuenta Coral, la guía, que Persépolis fue la capital del Imperio Persa durante la época aqueménida. Comenzó su crecimiento el 518 antes de Cristo sobre la montaña de La Misericordia, por orden de Darío I. Continuó su construcción durante dos siglos hasta la destrucción parcial por Alejandro Magno -aunque esto no está demostrado- en el 331 antes de Cristo. Su último rey fue Darío III.

Patrimonio de la Humanidad desde 1979, la ciudad mide 125 000 metros cuadrados y comprende un enorme complejo palaciego con edificios que tuvieron funciones rituales, protocolarias y administrativas, además de apartamentos reales, administración del tesoro, tumbas reales y amplios jardines.
Naqsh-e Rostam, Pasargada y Yazd
Aunque los historiadores aún siguen debatiendo sobre la veracidad o no de esto, parece que en Naqsh-e Rostam se encuentran las tumbas de Darío II, Artajerjés I, Darío I y Jerjés I, ubicadas de izquierda a derecha, con representaciones de escenas de conquistas y ceremonias reales. En Pasargada, al norte de Persépolis, se alza majestuosa la tumba de Ciro, al parecer, diseñada por él mismo.

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