Venezuela sin democracia

Venezuela sin democracia

República Dominicana no podía seguir mostrando indiferencia, ni aparente neutralidad, ante el conflicto que desgarra a Venezuela donde imperan unas autoridades violentadas contra los derechos de su pueblo, sumido por su culpa en la peor crisis económica y social de esta América Latina de hoy, condenando a millones de sus habitantes a un éxodo sin parangón. Ha colocado en retroceso a la nación de Simón Bolívar. El Gobierno dominicano ha sido consecuente con la historia al sumarse al concierto de países que consideran ilegítimo un nuevo mandato del presidente Nicolás Maduro tras unas elecciones sin más opción, virtualmente, que el oficialismo. La capacidad de hacer daño del ilegal régimen ha dejado pocas cosas sin tocar. La inflación rompe marcas mundiales. La escasez de bienes de consumo hizo añicos la calidad de vida; y de potencia petrolera, Venezuela ve en declive su producción y exportación del crudo.
Ha sido inútil todo esfuerzo de conducir a esas autoridades a un plano de respeto a las disidencias; y las fuerzas productivas y empresariales, antes vigorosas están hoy condenadas a fuga y desconcierto. El poder parlamentario está eclipsado. Venezuela fue un gran aliado de la nación dominicana mientras duró el tiránico dominio de Trujillo. Su abierto encono al sanguinario dictador hizo historia y contribuyó al regreso de la libertad a la patria de Duarte. Valga la reciprocidad.

Lo negativo de callar

Si alguna entidad del Estado es puesta en cuestionamiento por determinado caso nebuloso, o se atribuyen gestiones sin divulgar a algún funcionario, la sociedad pasa a merecer alguna mínima confirmación o desmentido de lo supuestamente ocurrido o intuido con validez. El silencio no cabe, ni es trato digno frente a la legítima curiosidad de la opinión pública generalmente canalizada por los medios de comunicación que tienen que ser aceptados como interlocutores en nombre de la libre expresión del pensamiento. Son respuestas que de tanto negarlas se convierten en pesada deuda con la ciudadanía. Aquí el Poder tiene un lamentable récord de omisiones de conceptos que a veces generan desconcierto… o las interrogantes insatisfechas y puramente periodísticas colocan al público en libertad de suponer que «el silencio otorga» al negarse verdades.

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