¿Por qué hay salarios bajos?

¿Por qué hay salarios bajos?

En su artículo «Desarrollo con Oferta Ilimitada de Trabajo» (1954), Arthur Lewis, premio Nobel de Economía, argumentaba que los salarios en el sistema capitalista no son determinados por la productividad del trabajo sino por su costo de oportunidad si hay sobreoferta laboral.
Su aporte seminal fue el modelo de una economía en desarrollo donde el auge de un sector industrial con mayor valor agregado y salarios propiciaba la transferencia de la mano de obra desde el sector primario (agrícola) con baja productividad y remuneración al nuevo sector secundario (industrial) más productivo. Así, persistirían bajos salarios hasta tanto la población hábil no fuese absorbida por el desarrollo de nuevas empresas. En base a este concepto, Lewis teorizaba que el crecimiento económico requería de una acumulación capitalista que reinvirtiera los beneficios en nuevas inversiones creadoras de empleos.
Dado que los bajos salarios representaban una ventaja comparativa internacional, concluyó que países con sobreoferta laboral de bajo costo debían especializarse en la manufactura e importar alimentos.
Su análisis implica que en condiciones de sobreoferta laboral el salario se calcularía como un costo de oportunidad (salario mínimo) mientras que en condiciones de escasez laboral se calcularía como función de la productividad (máximo).
Dependiendo de la visión empresarial y la coyuntura, hay un salario aún mayor al determinado por oferta y demanda llamado ‘salario de eficiencia’.
En 1914 Henry Ford duplicó el salario aumentando la producción y reduciendo precios. Lo anterior remite al tema del nivel de los salarios en R.D. y la desigualdad. Alemán cita la curva de Kuznets, una ‘U’ invertida que representa un aumento inicial de la desigualdad y su posterior caída como resultado de la industrialización en una economía dual (agrícola y tecnológica) como describe Lewis.
Así, atribuía la desigualdad creciente en R.D. “al incremento de la productividad empresarial en relativamente pocas empresas que sacan del mercado a otras más pequeñas y menos tecnificadas, y a una retribución favorable a quienes lo hacen posible: los más capacitados, audaces o privilegiados, generando desempleo y una caída del ingreso promedio durante el despegue” .
En efecto, nuestra estrategia de desarrollo favoreció industrias con ventajas comparativas por bajos salarios como zonas francas y turismo que aliviaron el desempleo, pero con bajo valor agregado e intensivas en capital. Alemán también enfatizó el impacto de la emigración e inmigración sobre la oferta laboral y la idea de que “se supone que quienes tienen mayores ingresos invierten más”.
En ese sentido, Alemán, quien no apoyaba las subidas salariales por decreto, señalaba que: cuando “el efecto de aumentos salariales no tendría que afectar seriamente su capacidad de invertir, el rechazo a aumentos salariales resulta poco honesto”. En 2004 resaltó que “llama la atención la falta de inversiones productivas, la ausencia de acuerdo social de élites y Gobierno, la centralización y la más sistémica globalización”.
Es decir, que faltó reinvertir las ganancias de manera productiva y productora de empleos de mayor calidad, como hicieron Holanda, Noruega y los países asiáticos, cuyos procesos de desarrollo no agravaron la desigualdad como predecía Kuznets y hoy gozan de un desarrollo tecnológico con altos salarios y equidad social.

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