El carnaval dominicano, excepcional y único…

El carnaval dominicano, excepcional y único…

El Carnaval, desde sus manifestaciones universales, es una de las expresiones culturales y artísticas más reveladoras de la mística del imaginario popular en todos sus aspectos, religiosos, históricos, políticos y espirituales. Lo que nos interesa es la capacidad de improvisación y organización que estas celebraciones convocan.
Muchos países del mundo han optado por una exhibición espectacular de desfiles y carrozas, dignos de una auténtica revista de cabaret al aire libre, para exponer con ciencia especulativa la atracción turística anual, vendible en todas las agencias del mundo.
El caso de la República Dominicana lo admirable de este acontecimiento que seguimos desde hace más de cuarenta años, es su incesante dinámica por mantenerse como la mayor fiesta popular dentro de la sociedad dominicana.

Es el evento que, durante los años, ha ido creciendo en públicos e identidad. Hemos conocido en los ochenta el ambiente de Santiago, cerca del río, por el Matadero, cuando ya apenas terminaba la Navidad los diablillos empezaban a dar foetazos y vejigazos para ir encendiendo el ánimo y empezar a recoger apoyo de las familias, comerciantes y notables con la perspectiva de mejorar el traje o la máscara… Santiago tuvo el arte de implicar toda su sociedad a través de las clases sociales y convertirse con el tiempo en el referente esencial, hasta que, todo el potencial carnavalesco nacional se manifestara en una dinámica propia de marcar su especificidad, como si los meses de enero , febrero y marzo fuesen la temporada de la mayor descentralización cultural del país… tan necesaria.
Pues sí, los carnavalescos son los primeros descentralizadores culturales. Cada región, cada provincia, cada pueblo vive durante estos tres meses una dinámica por compartir e intercambiar, hasta que suceda el desfile nacional que se convierte en la vitrina de todas y todos para todas y todos.
Desde el artesano de papel maché de Jimaní, hasta los maestros de caretas y máscaras de Santiago y La Vega, el arte popular se estremece porque la máscara, heredada desde la tradición medievalista del carnaval pagano de los españoles, es hoy día un objeto de arte, cuyo imaginario evoluciona con los temas y las inquietudes de cada año.
Pero siempre el color, el movimiento de facciones, el relieve y volumen de las expresiones, como el miedo, el horror, la burla y la risa, como la amenaza serán la materia prima del artista en su taller, cuando tiene que sacar una faz zoomórfica, recordando al diablo, al chivo, a la ciguapa, al taino, y a los elementos que se refieren, no solamente a la cultura como es el caso de Puerto Plata con sus taimáscaros, pero también a su geografía como lo hace Río San Juan con sus representaciones de fondo y peces marinos.
Más allá de esta convocatoria está el arte del disfraz, que pone en realce todo el sentido del humor de los dominicanos, pues personas anónimas aprovechan de esos días para expresar todas su burlas sociales y políticas dándole una nota crítica y satírica al oficialismo. Año tras año, Balaguer, como Peña, Bosch como Hipólito, Danilo como Leonel fueron sujetos predilectos del travieso del barrio que los imita con inexplicable destreza y habilidad convirtiendo en risa y divertimento defectos y reproches de todo el año.
Si en Montecristi, los toros saltan de alegría con sus rejuegos de castigo y latigazos, los papeluses de Cotuí desde siempre han expresado la eficiencia del recurso “póvera” en las hojas secas de platanales, para convertirse en brujos danzantes de África. Una África inventada y misteriosa que también significan los tiznaos y los negros que surgen en cualquier esquina de las ciudades mendigando el precio de su alegre imaginación.
El carnaval, además de manifestarse y descentralizarse por todo el territorio nacional, se ha convertido en un valor de vehiculación y transversalidad artística, pues hoy día, artistas del lente han hecho de esta manifestación un manifiesto de la fotografía de arte, pues bien sabemos que, desde más de cuatro décadas, Mariano Hernández, le da al gatillo con la precisión de captar el movimiento, y la fuerza del color. Hernández ha dado apertura en el país a varias generaciones de fotógrafos carnavalescos que están exhibiendo sus obras en la galería 360, bajo la organización del grupo Artefoto, fundado por el artista José Miguel Ángeles quien dirige con sus colegas fotógrafos todo el ánimo para promover los carnavales del Cibao y del país entero, coordinando visitas a los pueblos todos los fines de semana para darle seguimiento y reconocimiento a todos los grupos regionales y a la vez ir constituyendo un patrimonio de imagen carnavalesca. Mañana le tocará a La Vega, todos los interesados se reúnen en el peaje de la Duarte y se van en caravana con Artefoto para visitar el ánimo de los actores veganos del Carnaval, así lo harán con cada pueblo.
Desde la perspectiva antropológica, los personajes del Carnaval dominicano, mantienen toda su esencia y fundamentos, los roba la gallina, siguen pidiendo por sus pollitos y van marcando generación tras generación la personalidad del sujeto humano que lleve el disfraz, los reyes y las reinas siguen nutriendo el entusiasmo social, tanto en Santiago como en Cap Cana, felizmente unida a esta manifestación nacional.
Desde la creación del Ministerio de Cultura, todo ese potencial regional y provincial llega a la capital para expresar todos los matices, todas las diferencias y todos los potenciales visuales, con la presencia de personalidades intelectuales, políticas y artísticas que se manifiestan como garantes de la apropiación de toda la República. Desde la Presidencia, hasta los ministerios, como también las asociaciones regionales culturales, pero también las empresas patrocinadoras y los grupos populares, marcan su presencia como en ninguna otra manifestación nacional con un espíritu de felicidad y alegría comulgado.
Es indiscutible que todavía hoy El Carnaval dominicano es uno de los más auténticos del mundo por toda la transversalidad de expresiones artísticas como de convocación ciudadana. Es un excepcional despliegue de cultura fusional entre lo cristiano y lo pagano, entre Europa, África y América, que desde la esencia del pueblo, llegó y convenció a las clases sociales más ajenas al evento y que hoy día se han incorporado a este concierto de música y colores que identifica la dominicanidad en un desfile de diversidad.Todos quedamos invitados al desfile nacional, pero también y mientras tanto los pueblos nos esperan todos los fines de semana, una formidable oportunidad de conocer al país en fiesta.
Pero no se pierdan las exposiciones de fotografías carnavalescas en la Galería tres sesenta de Arte foto, y la personal de Mariano Hernández en el parque Independencia.

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