Dicen que los economistas nos pasamos la mitad de la vida pronosticando que va a suceder y la otra mitad explicando por qué no sucedió. De cierta forma hay algo de cierto. La economía no es una ciencia exacta, es una ciencia social y como tal sus leyes, que las tiene, se expresan a través de decisiones personales y criterios erróneos, a veces dogmáticos y obsesivos. Eso les impide convencerse de que siempre que hagan lo mismo las consecuencias serán iguales, es la realidad histórica. Un error en economía tiene consecuencias inmediatas pero su rectificación puede llevar años. Hay economistas que se desenvuelven en el área de la microeconomía y otros se enfocan en la macroeconomía pero unos y otros sabemos que un enemigo mortal de un desenvolvimiento positivo es la “incertidumbre” y en ese afán se les puede enturbiar el conocimiento o la transparencia y de ahí la imprecisión de individuos e instituciones. Sin embargo, si los “observáis los entenderéis”.
Las instituciones globales plantean sus pronósticos para el año y sobre la marcha los van ajustando, generalmente a la baja. Para EEUU de una consideración inicial de crecimiento de 2.9% ahora prevén un 2.5%: para China del 6.5 ahora 6.3%; para la Zona Euro de 2 ahora 1.9%. Todos ellos previsiones del FMI. Sin embargo, este último se evaporó drásticamente hace solo 48 horas. La Comisión Europea ahora dice el crecimiento descenderá a 1.3% en 2019. ¿Por qué esta contracción de estimaciones? Hay señales claras de alerta. Uno de ellos es el altísimo nivel que ha estado alcanzado el endeudamiento. Varias economías europeas rebasan el 100% de su PIB lo que las autoridades califican de “alto riesgo”. El Consejo de Ministros de Finanzas lo considera una fuente peligrosa de “vulnerabilidad”. A la vez el Banco Central Europeo señala la urgencia de una “cantidad significativa de estímulos monetarios”. Cuando erupcionó la crisis de 2008 el nivel de deuda era de 511 millones de millones y ahora es de 1.2 millones de millones, el doble. No pocos manifiestan una euforia, que apenas disimulan, advirtiendo que la economía china crecerá menos, alrededor de un 6.2%. Significa que requerirá menos importaciones lo que conlleva que sus suministradores les exporten menos y ello arrastra, para decirlo de manera sencilla, menos producción – menos empleo y menos consumo. La dosis perfecta para una recesión. El nubarrón sigue siendo la guerra comercial con consecuencias globales. Para el Banco Mundial la crisis comercial junto a la financiera anuncian grandes peligros unido al deterioro del escenario geopolítico: “La ralentización de la demanda externa, el encarecimiento de los créditos y la persistencia de la incertidumbre política harán de lastre”. La “guerra comercial no solo afecta el comercio sino igualmente a la producción y la inversión. Hay un record de compra de oro por parte de los bancos centrales y nadie ignora que ello ocurre cuando se le busca como refugio ante una eventual crisis. La consultora dominicana Analytica advierte de una posible crisis mundial y advierte que el país debe prepararse.
¿Viene otra crisis? Sin dudas. ¿Cuándo? Nadie sabe pero parece cerca.