Deserciones de Nicolás Silfa y de Mon Castillo del PRD

Deserciones de Nicolás Silfa y de Mon Castillo del PRD

VERDADERA UNIDAD. Entre Miolán, Silfa y Castillo no había verdadera unidad pues “nunca estuvieron a gusto con el estilo y el método de dirección y trabajo impuesto por Bosch”.

(3/10)
La ruptura de Ramón (Mon) Castillo con el Partido Revolucionario Dominicano se produjo en Higüey, cuando en una manifestación para atraer simpatizantes a la organización, este arremetió contra Félix W. Bernardino, acusándolo de criminal.
Rafael Gamundi Cordero hace la revelación. Bernardino había sido una de las figuras más macabras del régimen y quizá Castillo, acabado de regresar de un largo exilio en el que luchó precisamente contra Trujillo, no pudo pasar por alto el denunciar a este “Jinete del Este” al que se atribuían tantos asesinatos y fechorías durante la llamada “Era de Trujillo”.
Ángel Miolán, sin embargo, recriminó a Ramón Castillo manifestándole que no habían venido a juzgar sino a establecer la democracia, refiere Gamundi Cordero.
“Ese fue el primer rompimiento del PRD”, exclama Rafa, quien conoce la historia de esa agrupación con todas sus menudencias, miserias humanas, actitudes heroicas, acciones proceras y algunos comportamientos basados en el interés personal más que en el bien común.
La segunda separación en los inicios del PRD en el país, añade, fue la de Nicolás Silfa, “que quiso ser jefe del partido y conspiró contra Miolán: una parte de su gente ocupó Montecristi y la otra asaltó locales del partido en la capital y los desalojamos junto al doctor Luis Lembert Peguero”.
Para enfrentar estas acciones, Ángel Miolán nombró a Gamundi Cordero jefe de los activistas de la organización en el Cibao, con Stormy Reynoso y Napoleón Núñez en San Francisco de Macorís.
Estas divisiones afectaron el ánimo de Gamundi, aunque no decayó su entusiasmo pues siguió adelante con los planes de promover la figura del profesor Juan Bosch, a quien dio a conocer en todas las clases sociales, logrando captar miles de adeptos. No obstante, las conductas de Silfa y de Castillo, apenas a escasos meses de estar en tierra dominicana, parecen haberlo marcado de por vida, por el sentimiento con que narra estos hechos.
“En esa época solo dañaba al PRD el individualismo que afectaba a muchos de sus altos dirigentes. En el exilio ya habían provocado serios enfrentamientos que alejaron de su seno a personalidades tan brillantes como Corpito Pérez Cabral, Aquiles Montás y Juan Isidro Jimenes Grullón”, significa.
Señala que entre Miolán, Silfa y Castillo no había verdadera unidad pues “nunca estuvieron a gusto con el estilo y el método de dirección y trabajo impuesto por Bosch”.
Dice que Nicolás Silfa “contó con Leopoldo Pérez Sánchez para formar un grupo dentro del partido, que fue quien logró conquistar dirigentes municipales y comités de base de Montecristi”.
“Al mismo tiempo ordenó el asalto a la Casa Nacional para lo cual el compañero Caifás organizó un grupo, rechazado militarmente por Andrés Arias y el doctor Luis E. Lembert Peguero”.
Tanto Castillo como Silfa “fueron vencidos”. El último renunció meses después “por otras razones”, anota Rafa. Los dos fundaron partidos políticos y fueron candidatos a la presidencia de la República.
Para Gamundi Cordero, sus posiciones crearon “un grave problema” dentro del PRD y narra que a esto se sumó “la adhesión de Virgilio Mainardi Reyna al general Miguel Ángel Ramírez Alcántara en San Juan de la Maguana y las actividades de Horacio Julio Ornes, fundador de “Vanguardia Revolucionaria”, antiguo aliado del PRD que en esos momentos discrepaba abiertamente de la dirección y el método de lucha de esa organización, aunque luego apoyó a Juan Bosch en las elecciones”.
Gamundi afirma que estas discrepancias dentro del partido fueron superadas años después cuando José Francisco Peña Gómez quedó al frente de la organización y logró la unidad entre sus miembros.
“¡HA LLEGADO EL COMUNISMO! ¡BÓRRAME!”. Alquilando mulos a peso por un día, teniendo por alimento galletas con salchichón, calmando la sed con agua del río, rezando el rosario y jugando dominó con las humildes familias donde se hospedaba, Rafael Gamundi Cordero inscribió miles de militantes de la región del Cibao donde dejaba instalados, además, los comités de base.
Como compañeros de esas misiones cita a Germán Polanco, Francisco Gómez Estrella, Víctor Dalmasí, Gerardo Guzmán y otros que se movilizaban por La Vega, Santiago, Jánico, Jarabacoa… En la sección Janey lograron que un pulpero aceptara que el jacho del PRD llenara de luz las paredes de su negocio y que su clientela se incorporara al partido.
Pero cuando llegó el domingo y el cura que celebraba la misa reparó en el icónico distintivo, exclamó: “¡Ha llegado el comunismo!” ¡El comunismo es el diablo!”. Todos los inscritos se acercaron al negocio pidiendo: “¡Bórrame, bórrame”!
“Eso nos produjo un duro golpe”, manifiesta Rafa. “Pero el espíritu de combate no nos hizo retroceder”.
Animados por el ideal de acabar de sacar a los Trujillo e imponer la democracia, cautivaron a Elías y César Brache, “los hermanos Villanueva”, “los Heinsen” y a Jacobo Majluta, “que lo conquisté yo”, asegura Gamundi Cordero.
“Juan Bosch me mandó a buscar a la casa de don Antonio Guzmán, en Santiago, y me instruyó para que fuera a conquistar a un joven brillante, llamado Jacobo Majluta, y nos dio 300 pesos que le facilitó Guzmán para que le organizáramos una cena en el restaurante “Bambú”, de Luis Pelegrín.También encargó a Rafa ir donde el doctor Francisco Brugal (Panchito) para que este le aconsejara qué hacer para alcanzar ese propósito.
-Él es amigo de Ramfis, pero como eres amigo de Ana Elisa, visítalo, quién sabe, él se acaba de casar con ella, le comentó. Jacobo era el jefe de la Chocolatera Sánchez, de Puerto Plata, y Ramfis todavía se encontraba en el país.

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