Fue el discurso de rendición de cuentas más largo que muchos recuerdan, otros dicen que no solo fue el más extenso sino el más aburrido de nuestra historia democrática, lo que tal vez sea mucho decir; en fin, que fueron 16,849 palabras, según el columnista que las contó, con las que dibujó un país al que muchos, acostumbrados a bregar con una realidad más áspera y distinta, no reconocieron. Para variar, no llenó las expectativas de la oposición, que le echó en cara al presidente Danilo Medina que no hablara de la deuda pública, de la inseguridad ciudadana, de la vulnerabilidad de la frontera ni de la corrupción nuestra de todos los días, entre otros problemas que siguen sin resolverse. Y aunque a todo lo largo de la extensa pieza oratoria no se mencionó ni una sola vez la palabra reelección, como esperaban los ilusos que ignoran que la bestia solo enseñará sus garras cuando pueda dar el zarpazo, casi todo el mundo coincide en que su fantasma se mantuvo revoloteando sobre la augusta sala de la Asamblea Nacional las dos horas y pico que duró el discurso. Incluidos, desde luego, los que se sienten afectados de manera más directa e inmediata si el mandatario, pasándole por encima a la Constitución, decide “seguir a caballo”: los seguidores del expresidente Leonel Fernández, más resueltos que nunca a echar el pleito luego de que su líder los convenció de que esta vez “no hay marcha atrás”. Al pasar balance al discurso del mandatario hay que decir que pareció más relevante lo que insinuó o dijo entre líneas sobre su reelección que las medidas que anunció, como el aumento de sueldo y de las pensiones en el sector público. Y no podía ser de otra manera si se recuerda que las encuestas dicen que el 69% de los ciudadanos considera que el precio que está dispuesto a pagar el presidente Medina para “servir a la patria” es demasiado alto, por lo que alguien debe decirle que se trata de un sacrificio tan inaceptable como innecesario.