Que la Fiscal del Distrito Nacional, Rosalba Ramos, defienda a su superior jerárquico y se oponga a su destitución, como exige un coro de voces que se amplía a medida que pasan los días, es comprensible y aceptable, y también lo es que llegue a decir que el doctor Jean Alain Rodríguez “ha sido el mejor procurador que hemos tenido hasta este momento”. Es lo que ocurre cuando funciona lo que se llama espíritu de cuerpo, por el que le pueden preguntar al procurador adjunto Bolívar Sánchez, a quien vimos haciendo gárgaras y malabares para justificar la “coincidencia” de que se pidiera la intervención del teléfono de la jueza de la Suprema Corte de Justicia Miriam Germán; “coincidencia”, hay que decirlo, en la que muy pocos han creído, pues la desmiente la actitud que asumió el doctor Alain Rodríguez durante el interrogatorio que le practicó. Lo que resulta difícil de comprender y aceptar, más allá de las incondicionalidades que impone el espíritu de cuerpo o la lealtad obligada al superior jerárquico, es que la Fiscal del Distrito se expresó como si ignorara, o no le importara en lo absoluto, que ese interrogatorio violó de manera flagrante el reglamento de evaluación del CNM, atropellando el derecho a la defensa y el debido proceso que debe amparar a la magistrada Germán y a cualquier otro juez al que someta a escrutinio. ¿Ignoraba el Procurador el contenido del reglamento que firmó apenas el pasado dos de febrero? ¿También lo ignora la doctora Rosalba Ramos, quien se atrevió a decir que este fue “muy respetuoso” con la magistrada y su hijo? Son preguntas retóricas, como habrán adivinado ya, pues todos conocemos las respuestas, como sabemos también, después de escuchar la ardorosa defensa de la Fiscal del Distrito Nacional a las actuaciones del Procurador, por qué sacaron de circulación a Yenny Berenice y la mandaron a donde su independencia de criterio y firmeza de carácter no estorben ni provoque ruidos innecesarios.