La solidaridad es una virtud o valor que no podemos medir ni valorar en términos numéricos, pero hace de su accionar una revolución universal. En la mayoría de los casos pensamos que cuando hablamos de este tema estamos vinculándolo únicamente a un escenario religioso, aunque es una virtud permanente desde siempre en el testimonio de vida de muchos grandes hombres y mujeres de la Iglesia, sin embargo, es una virtud a la que estamos todos llamados a desarrollarla. Si observamos a los niños, podemos notar que traen consigo una caja de pandora plena de virtudes como la compasión, la solidaridad, el amor, y en especial entre otras, el perdón, por ello es necesario llevarlos por un camino de crecimiento humanitario a favor del bien de su raza con un sentido de cohesión, unidad y aporte a su hábitat.
No debemos pretender que la solidaridad sea lo mismo que la beneficencia, aunque esta puede estar incluida en ella, o que la solidaridad sea expuesta o direccionada con los fines de proporcionar un beneficio netamente económico que también puede ser resultante dentro de la solidaridad. Sin embargo, esta virtud o valor va mucho más allá de una acción específica dirigida a un entorno determinado.
La solidaridad trasciende las barreras de toda raza, todo credo, toda corriente filosófica y clase social. ¿ qué tal si lográramos construir una sociedad de cientos de hombres y mujeres como Mahatma Gandhi, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, Malala Yousafzai, Rigoberta Menchú y muchos más hombres y mujeres que con el sacrificio de los años de su vida se solidarizaron por el bien común?, entonces el mundo sería diferente, con seguridad sería un gran futuro, pero ahora nos toca a los padres el gran reto de forjar en nuestras futuras generaciones una entrega total por el bienestar común más allá de crear solo riquezas y honores privilegiados como favores particulares o individualistas.
Tal como lo refiere y menciona el escritor Jorge A. Palma en uno de sus artículos en relación con el tema este describe: “Las exigencias éticas de la solidaridad requieren que todos; hombres, grupos, comunidades locales, asociaciones y organizaciones, naciones y continentes, participando en la gestión de todas las actividades de la vida económica, política y cultural, superando la concepción puramente individualista”. “Es por esto que asumimos la solidaridad como una actitud, y más que una actitud, como un rasgo de la personalidad, una manera de ser, y de actuar ante la vida. Por eso debe pasar a la acción para resolver problemas y contribuir a mejorar situaciones adversas, la prioridad es aunar generosidad con empatía y con la mirada puesta en las personas como sujetos de derecho. Ser solidarios con los demás, especialmente con los más necesitados, constituye un deber estricto. En virtud del principio de solidaridad, el hombre debe contribuir con sus semejantes al Bien Común de la Sociedad, en todos los niveles”.
Tomemos consciencia y seamos más solidarios siendo mensajeros de la justicia con nuestros amigos, colegas de trabajos, con nuestros empleados y con la célula vital de la sociedad “la familia”, que requieren de un ejemplo más cercano.