Sorprende saber que no obstante haber anunciado con tanta anticipación su salida del Ministerio de Educación para perseguir la candidatura presidencial del PLD, al arquitecto Andrés Navarro  no le diera  tiempo de entregarle el cargo, de manera formal, a su sucesor, Antonio Peña Mirabal, quien se quejó públicamente de que no se cumpliera ese trámite y de los inconvenientes que le ha creado. En realidad, hizo algo mas: denunció que su antecesor creó unidades paralelas durante su gestión, para quitarle funciones a los viceministerios educativos. “Para mi eso es una distorsión total, pero nosotros vamos a retornar a cada viceministerio su responsabilidad. Si él (Navarro) se hubiera reunido conmigo y me hubiese hecho una entrega yo quizás  estuviera defendiéndolo, pero como eso no ocurrió tengo que retornar a lo que conozco, a como funciona el Ministerio de Educación”. Efectivamente. Ayer, una semana después de hacer esas declaraciones, Peña Mirabal anunció en un comunicado de prensa que la “distorsión” ya estaba corregida, pues  instruyó  al Viceministerio Técnico Docente supervisar las labores que desarrollan los directores regionales y de distritos educativos, “que deben volver al lugar de donde nunca debieron salir”. ¿Por qué creo Navarro esas unidades paralelas que claramente violentan la institucionalidad del Ministerio de Educación? ¿Qué otros inventos dejó de herencia? Sorprende saber, como dije al principio, que Andrés Navarro saliera del Ministerio de Educación y no le diera tiempo de  entregarle  el cargo a su sucesor, del mismo  partido y del mismo gobierno, que por cierto no es el único  que debe lamentar que no haya rendido cuentas de lo que hizo y deshizo mientras capitaneaba la revolución educativa que estuvo cantaleteando mientras duró su gestión.