Los datos económicos están en baja. La buena noticia es que no se habla de estancamiento global, ni de recesión absoluta, aunque con riesgo alto y en ascenso, el PIB negativo está a un paso, confirmado por los datos regionales de organismos internacionales, atribuyen el descenso al proteccionismo comercial, Brexit y a otros frentes que generan tensiones políticas y sociales.
Los bancos centrales están haciendo su trabajo. La Reserva Federal, que subió los tipos de interés cuatro veces en 2018 hasta el abanico 2.25%-2.50%, en enero optó por la paciencia, redujo a dos y probablemente a uno la expectativa de aumento. El Banco Central Europeo aplazó las subidas para fin de año y anunció la tercera oleada de liquidez para aumentar la capacidad de préstamos de los bancos.
Aunque, como en toda parte, las clases medias de nuestro país han perdido fuelle, el PIB en dólares por habitante se ha multiplicado por 2.6 desde 2000. Al tiempo que se modifica la mala distribución con políticas públicas, el ritmo ascendente debe continuar, como pronostica la CEPAL, 5.7% para República Dominicana no obstante la baja de 4.0% para Centroamérica.
Debemos plantearlo como objetivo mínimo, se alcanzará gracias al tirón del consumo de las familias, el pasado año representó 68% del PIB. Para garantizarlo los salarios deben aumentar. La mayor liquidez en bolsillos de trabajadores impulsa el consumo de las familias y la formación bruta de capital de origen privado, en el entendido de que combinados se cumple sin altibajos con el pronóstico de la CEPAL, porque negativo ha sido el aporte del sector exterior neto al crecimiento del PIB, por las compras internacionales, crecen más que las ventas externas. Si reducimos la brecha podemos incluso dejar corto el dato de CEPAL. También se logra con un buen aumento de salarios, tiende a mejorar la productividad total y a aumentar el volumen de ventas al exterior.
Ante las graves tensiones de la economía global y el delirio de regresar a la economía cerrada, lo recomendable es que cada sector cumpla su tarea. El Banco Central se anticipó, tomó la delantera, en febrero dejó sin cambio la tasa de política monetaria en 5.50% anual, precio del dinero en vigencia desde el aumento de un cuarto de punto el 30 de junio de 2018.
De esa manera redujo las expectativas de incrementos de las tasas de interés y envió señales de que el crédito de la banca continuara fluyendo a familias y empresas, con la meta de que, ante las complejidades de la economía internacional, el volumen de préstamos en pesos al sector privado siga creciendo dos dígitos, para preservar el impulso del consumo y la inversión en un contexto de baja inflación.
Considerando que nada se mueve más rápido que el dinero, es destacable que por razones externas nuestra moneda no perdió valor en los peores momentos, cuando la Reserva Federal comenzó a encarecer el dinero que aprecio el dólar y devaluó las principales monedas latinoamericanas.
Ahora que tiene un mayor respaldo de reservas internacionales netas y que los bancos centrales de países desarrollados reducen la velocidad de aumento de los tipos de interés, el peso corre menos riesgos de perder valor, siendo previsible su estabilidad sin trauma.