Salud Preventiva: Uso de toxina botulínica en manejo de espasticidad

Salud Preventiva: Uso de toxina botulínica en manejo de espasticidad

Doctor Francisco De la Rosa
Especialista en Medicina de Rehabilitación Gerencia de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital General de la Plaza de la Salud (HGPS).

En la medicina actual contamos con múltiples patologías que producen un fenómeno llamado espasticidad. Esta es un aumento del tono muscular derivado de alguna condición que afecta el sistema nervioso central y que, por definición técnica, es “velocidad dependiente”.
Para determinar esto su médico, regularmente el médico rehabilitador o fisiatra, evaluará de forma estática y dinámica ese aumento del tono, buscando cuál es la respuesta de un reflejo de estiramiento que de manera patológica está alterado en estos pacientes con espasticidad, generando que el músculo se torne rígido y disminuyendo la amplitud del arco de movimiento, lo que se traduce en discapacidad asociada a sus actividades de la vida diaria, como autocuidado, alimentación e incluso actividades de ocio.
Es importante que los pacientes entiendan que este fenómeno se refiere solo a tono muscular y no a la fuerza muscular, y lo puedan diferenciar, ya que el tratamiento que va enfocado a mejorar la espasticidad no se traduce en una mejoría de la fuerza, aunque algunos tratamientos podrían tener un impacto negativo, como efecto adverso sobre la misma.
El sistema nervioso central (SNC) está compuesto por estructuras complejas y especializadas en manejar y controlar estímulos, que son regulados por fenómenos inhibitorios mediados por neurotransmisores que son alterados por condiciones que dañan el SNC.
Estas alteraciones puede producir afectación global, expresada en cuatro extremidades, o en un hemicuerpo (lado del cuerpo) o extremidad específica, dependiendo de la magnitud y ubicación del daño o lesión en el SNC. El médico rehabilitador o fisiatra es el encargado de seguir todo el proceso de rehabilitación en pacientes con daño cerebral, incluyendo, sobre todo, el grado de discapacidad relacionada con este, la cual se mide utilizando una clasificación diseñada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) llamada Clasificación Internacional de Funcionalidad, Discapacidad y Estados Relacionados con la Salud (CIF), y que pone en evidencia el estado y evolución de los aspectos de la vida diaria importantes para cada paciente y que en ocasiones son dejados de lado. Esto le da una dimensión humana al enfoque rehabilitador, logrando aunar esfuerzos y planificar para lograr la reinserción laboral y social del paciente, lo que permite disminuir la dependencia de familiares en el aspecto económico, en la mayoría de los casos, y sintonizar las expectativas del paciente con su realidad, con aquello que está al alcance.
La espasticidad se trata cuando tiene un impacto negativo en esa funcionalidad que nos referimos o cuando produce dolor y limitación para la realización de sus actividades de la vida diaria.
Las diferentes opciones que tenemos disponibles para el tratamiento son: medicamentos orales (relajantes musculares de acción central), programas de rehabilitación consistentes en terapia física y ocupacional, uso de ortesis especializadas y toxina botulínica.
Las cirugías para manejo de casos severos de limitación funcional causada por espasticidad son menos frecuentes con un manejo precoz y sistemático de la espasticidad, y se reservan para casos crónicos o aquellos que han pasado sin éxito por un programa integral de rehabilitación.

 

Aspectos por mejorar en la República Dominicana

Si toda la evidencia científica sustenta el uso de la toxina botulínica como primera línea de tratamiento en casos de espasticidad, dado que ayuda a mejorar función y calidad de vida en pacientes con espasticidad relacionada a condiciones crónicas, ¿cómo es que no tenemos ampliamente difundido este tratamiento. La respuesta tiene varias aristas: Lo primero es que el costo sigue siendo muy elevado para ser adquirido por los pacientes que generalmente se afectan de condiciones como el EVC isquémico por ejemplo, que de por sí requiere de un alto presupuesto para cubrir los demás medicamentos requeridos para controlar hipertensión, diabetes, dislipidemia, anticonvulsivantes, etc., y esto dificulta su adquisición. Por otro lado, se requiere la continuación del tratamiento, ya que el efecto de la toxina es 12-16 semanas según los ensayos, y luego se requiere repetir la dosis. Además, al requerir tratamiento coadyuvante es necesario continuar con un programa de rehabilitación. Ya de por sí, el apego al tratamiento es pobre en nuestra población, debido a los costos que implica.
En países desarrollados, esto forma parte del paquete de salud de los pacientes con condiciones que lo ameritan y les garantiza una mejor calidad de vida, lidiando de manera más efectiva con esta condición.
Nuestro sistema de salud debe evaluar la necesidad de iniciar este tratamiento, ya que se podría mejorar la calidad de vida de los dominicanos que padecen de esta condición. Programas sistemáticos de selección de pacientes y seguimiento junto a programas de rehabilitación integral con un equipo multidisciplinario garantizarían que el país se coloque a la vanguardia en este aspecto.

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