Definitivamente, el cómo empiezas tu día influye en lo feliz o agobiada que pases la jornada.
Lo mejor es tratar de levantarse un buen rato antes de lo habitual, aunque sea difícil, la verdad es que no hay nada más placentero que empezar el día dedicándote un ratico solo para tí. Imitando a tu mascota, desperezándote lo más que puedas. Estirarte por la mañana despierta tus músculos dormidos y reactiva el flujo sanguíneo. Así también das señal a tu cuerpo de que un nuevo día ha comenzado y hay que estar preparado.
“Aunque está demostrado que cierto tipo de música como la clásica o la chillout ayuda a calmar nuestro cerebro y a relajarnos, puedes empezar el día con la música que más te apetezca. Quizá necesitas algo más movidito que te anime incluso a bailar ya de buena mañana. Lo que es cierto es que romper el silencio con buena música ¡alegra a cualquiera!”
Resulta que la reacción en el momento de despertar, es decir, el tiempo que se tarda cada uno en remolonear en la cama, está ligada al metabolismo de cada quien. Hay personas que, por lo general, abordan el nuevo día con entusiasmo y sin mayores sobresaltos: son las consideradas diurnas. Es el caso de aquellos que se levantan enseguida, con buen humor, dispuestos a arrancar su día de inmediato. Pero para otras personas el madrugón es algo más difícil. Les cuesta ponerse a tono con el amanecer, desperezar el cuerpo y saltar de la cama: son nocturnas.
Por si no lo sabían, durante el tiempo en el que nos encontramos en reposo, nuestro ritmo cardíaco y presión sanguínea ha descendido debido al estado de relajación en el que estábamos. Al incorporarnos, si lo hacemos de una manera rápida o brusca, no le damos tiempo suficiente a la sangre (que se encuentra acumulada en nuestras piernas) a poder subir suficientemente rápido hacia nuestro corazón y de ahí ser bombeada a la cabeza y resto del organismo, motivo por el que a veces sentimos ese pequeño mareo, provocándonos incluso que nuestra visión se vuelva algo borrosa durante un breve instante.
En el caso de los niños, regañarle o emplear métodos drásticos como subir las persianas de golpe o tirarle de la sábana no ayuda. Los niños, debido a un factor fisiológico, necesitan más tiempo para pasar del sueño a la realidad y, en consecuencia, siempre necesitan mimos y serenidad. Pero tengamos en cuenta que es un error concederle 5 minutos más de sueño cuando no se quiere despertar, ya que luego habrá que ir más rápido para llegar a tiempo al colegio, lo cual sólo empeoraría la situación.
En vez de insistir para que se levanten, es mejor llamarlos un poco más temprano y concederles 10 minutos para que se despierten poco a poco, sin agobios. Levantarlo tarde, estar apurado o de mal humor puede tener un efecto negativo en su desempeño escolar y laboral. Es inevitable aprender a despertar de la mejor manera, puesto que un buen despertar es el primer paso para tener un buen día.