Por una cloaca  no es razonable ni lógico esperar que salga agua pura y cristalina, como no puede haber  nada  lícito y transparente que haya salido de la Oficina de Operaciones  Estructuradas de Odebrecht, mejor conocida como el Departamento de Sobornos, pues fue diseñada por los directivos de la constructora brasileña para canalizar de manera discreta y solapada los recursos destinados a facilitar, mediante el pago de sobornos, la contratación  de grandes obras de infraestructura en todo el continente latinoamericano, un esquema que resultó  altamente exitoso hasta que todo se derrumbó cuando se develó la vasta trama de corrupción  por la que ya hay hasta expresidentes presos. Las revelaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, que determinó que Odebrecht pagó casi 40 millones de dólares en sobornos para asegurarse  la construcción  de Punta Catalina, no solo pone en aprietos a los hasta ahora señalados  como sus beneficiarios, que deberían reservar  sus mejores explicaciones y justificaciones para cuando les toque sentarse frente a un juez que no distinga abolengos ni banderas políticas,  sino también al Procurador General, que no ha tenido de otra que decir lo que ha dicho: que abrirá una investigación para determinar la veracidad de las informaciones  presentadas al país por la periodista Alicia Ortega. Pero ya sabemos que, cuando se trata de corrupción, del dicho al hecho hay un trecho tan largo que siempre termina en impunidad, mucho mas si tomamos en cuenta las maromas que ha hecho (y las que ha dejado de hacer) el Ministerio Público  para mantener  a Punta Catalina fuera del expediente acusatorio, por el que fueron enviados   a juicio de fondo, después de tanta alharaca, tan solo seis personas. Por  supuesto que ahí falta mucha gente y los nuevos hallazgos en torno a Punta Catalina así lo confirman, pero esa es la última verdad  en el mundo que está dispuesto a reconocer Jean Alain Rodríguez y no necesito decirles porqué.