Al que le gusta el humor negro le darán ganas de reir, pero el que todavía se preocupa por su país, por el incierto rumbo por el que nos llevan, sentirá ganas de llorar, pues tal vez no sabía que la delincuencia ha llegado a tales extremos. La pasada semana recibimos en la redacción de este diario una noticia insólita, como la describió nuestro correponsal en la ciudad de Santiago, José Alfredo Espinal: una pareja de ancianos que reside en la comunidad Hato de los Cerezos, en Dajabón, denunció que dos ladrones encapuchados y armados irrumpieron en su vivienda, los encañonaron, y les pidieron que les entregaran todo lo que tenían de valor. Pero como eran tan pobres nada de valor tenían que pudieran quitarles, un error que los delincuentes lamentaron rápidamente, hasta que algo brilló en sus espantadas sonrisas y se dieron cuenta de que los ancianos no decían toda la verdad: ¡sus cajas de dientes tenían oro! Dicho y hecho: cargaron con sus dentaduras postizas, dejando a Francisco Pérez Contreras, de 81 años, y a Teófila Contreras, de 77, casi muertos de miedo y mucho mas pobres que antes, algo que en su condición parecía imposible, pues en lo adelante no podrían masticar a gusto ni siquiera un pedazo de yuca. La insólita historia fue transmitida por el noticiero de Telesistema que conduce Roberto Cavada, y su influencia y penetración produjo el milagro: funcionarios de Salud Pública se compadecieron de la situación de los ancianos, y el pasado lunes pudimos ver, en el mismo noticiero, cómo volvían a sonreír gracias a dos flamantes prótesis dentales que les donó ese ministerio. Daba gusto ver a esos funcionarios posando para las cámaras, visiblemente orgullosos del deber cumplido, y sobre todo a Francisco y Teófila, con sus caras iluminadas por unas sonrisas tan perfectas y resplandecientes que desentonaban con la casita cayéndose a pedazos con la que cobijan su desamparada pobreza. ¿Lo habrá notado también algún funcionario diligente y sensible?