Zamora, románica y modernista

Zamora, románica y modernista

Bien custodiada por sus murallas, la castellana Zamora guarda un gran patrimonio arquitectónico. Capital del románico por excelencia, tiene mucho que descubrir y es un destino inmejorable para los amantes del arte y la historia.
Desde su atalaya a la orilla del Duero, Zamora ha presenciado batallas, asedios y otros acontecimientos que marcaron la historia.
Vivió su época de mayor esplendor durante la Edad Media, como atestiguan sus murallas, sus múltiples iglesias y su impresionante catedral. Esta ciudad del noroeste de España, situada a unos 260 kilómetros de Madrid y a poco más de 50 de la frontera con Portugal, tiene mucho que ofrecer.
Tanto, que el visitante corre el riesgo de pasar por alto algunas de sus maravillas. Para evitarlo, María Jesús Cabezas Lefler, miembro de la Asociación Zamorana de Guías de Turismo, nos ofrece algunas recomendaciones.
“Una persona que llega a Zamora no se puede perder las vistas que ofrece la ciudad desde el otro lado del río, especialmente desde la playa de los Pelambres o cruzando el puente de los Poetas”, aconseja. “Otra cosa que todavía no se conoce lo suficiente y es una auténtica joya es la colección de tapices flamencos del museo catedralicio. De hecho, es una de las mejores que existen en Europa”, subraya.
No obstante, el principal reclamo que tiene la ciudad es el románico, pues cuenta con 23 iglesias construidas en este estilo arquitectónico. “El románico zamorano se caracteriza porque es muy tardío, ya que casi todo corresponde a la segunda mitad del siglo XII.
Además, es un románico que tiene mucha influencia oriental, un detalle que se puede ver sobre todo en el cimborrio de la catedral y en la decoración de la puerta sur”, explica María Jesús.
El cimborrio es la estructura que se eleva sobre el lugar en el que se cruzan las dos naves de una iglesia. El de la catedral de Zamora sostiene una cúpula de gallones, es decir, dividida por nervios de modo que recuerda los gajos de una naranja. Asimismo, la cúpula está recubierta de escamas de piedra. Es el elemento más destacado del templo y uno de los principales símbolos de la ciudad.
Ruta romántica. La catedral es un buen punto de partida para hacer un recorrido por las iglesias románicas de Zamora. Para seleccionar cuáles incluiremos en nuestra ruta, María Jesús nos da algunas pautas. “Entre las iglesias que tenemos de este periodo algunas son más primitivas, más puras. Así, si tuviera que elegir solo cinco, elegiría: Santo Tomé, en la que actualmente está ubicado el museo diocesano; San Claudio de Olivares; San Cipriano; Santiago del Burgo; y la Magdalena. Por supuesto, sin desmerecer al resto”, afirma.
Esta guía turística especializada en arte sacro aclara que estos cinco templos permiten contemplar, tanto el románico zamorano más primitivo como el más tardío. “Santo Tomé, San Claudio de Olivares y San Cipriano están entre las más antiguas, mientras que Santiago del Burgo y la Magdalena son muy posteriores”, detalla.
Pero la ciudad también posee otras iglesias con elementos de otros estilos arquitectónicos. “Esto se puede ver, sobre todo, en la catedral, que es de origen románico pero alberga mucha mezcla de estilos. Hay elementos góticos, del renacimiento y neoclásicos. Otro ejemplo es la iglesia de San Ildefonso, también de origen románico, pero que hoy ya está considerada como una iglesia neoclásica”, explica.
Precisamente en la iglesia de San Ildefonso se guarda el anillo de san Atilano, que fue el primer obispo de Zamora.
San Atilano y su anillo protagonizan una de las leyendas zamoranas más conocidas. Esta cuenta que cuando el santo era obispo, la ciudad estaba pasando muchas penurias. Él se culpaba de estos males porque pensaba que se debían a que no estaba educando al pueblo zamorano en la verdadera fe cristiana. Entonces decidió marcharse de Zamora y dejar su cargo de obispo. Pero, cuando está cruzando un puente sobre el río Duero, que pasa por esta urbe castellana y que ahora está en ruinas, se dio cuenta de que todavía tenía el anillo de obispo y lo tiró al río.
En ese momento dijo que no volvería a Zamora hasta que lo encontrase de nuevo, lo que era impensable. La leyenda también añade que el puente se derribó cuando lo acababa de atravesar san Atilano.
Mientras estuvo fuera, el obispo se dedicó a buscar el perdón de Dios a través de la oración.
Pasó el tiempo y, cuando entendió que Dios le había perdonado, emprendió su regreso a la ciudad. Muy cerca de Zamora, paró a cenar en un mesón, pidió un pescado y, al abrirlo… ¡apareció dentro del pez su anillo!
La bien cercada. Además de las iglesias románicas, Zamora tiene otro gran tesoro medieval que son sus murallas. Durante siglos, este fue un territorio de frontera entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes del sur de la península Ibérica. Debido al recinto amurallado que la protege, se ganó el apodo de “la bien cercada”.
“En Zamora hay tres recintos amurallados de diferentes épocas. El primero, del siglo XI, lo conservamos prácticamente íntegro. Del segundo se conserva menos porque la ciudad fue creciendo hacia el este. Del último, de los siglos XIII y XIV, también conservamos una parte”, señaló.
Las murallas  de Zamora
Tuvieron un destacado papel en un episodio histórico ocurrido en el siglo XI y muy conocido, debido a la película “El Cid”, de 1961, dirigida por Anthony Mann y protagonizada por Charlton Heston. En el año 1072, “el rey Sancho II de Castilla cercó la ciudad para arrebatársela a su hermana doña Urraca. El cerco duró más de siete meses porque estaba muy bien protegida gracias a sus murallas”, explica la guía turística. A este episodio alude el refrán que dice: “Zamora no se ganó en una hora”, muy popular en toda España, que indica que las tareas difíciles necesitan su tiempo.

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