Los libros mueren poco a poco porque la gente ya no quiere leer

Los libros mueren poco a poco porque la gente ya no quiere leer

El testimonio de un librero, Elías Porfirio Martínez Tavárez, que lleva 42 años vendiendo libros en la avenida Mella

“Escritores siempre vienen, pero de visita, ya no compran. La gente no quiere tener libros, eso cambió, la sociedad, todo ha cambiado. Después que cerraron “la Americana”, la Mella se cayó, antes usted no podía caminar por la acera, de tanta gente, hoy es un desierto. Y así pasa el día”.
Las expresiones son de Elías Porfirio Martínez Tavárez, librero que ha sobrevivido a la tecnología, el otrora más buscado de la avenida Mella. Su negocio no solo ofrece el producto de los más famosos y laureados autores del mundo y del país, sino libros de textos, los que más procuran padres de escolares, pero “apenas los manosean” y los dejan porque no son todos los que últimamente recomiendan colegios y escuelas y prefieren ir a un lugar donde encuentren la lista completa, aunque a veces se llevan algunos.
“Elías Libros” no se extingue. Permaneció medio siglo con su mercancía expuesta en una mesa, a la orilla, hasta 1977 cuando dos hermanas árabes propietarias de una tienda de calzados para damas le permitieron compartir el establecimiento, que hoy ofrece sombreros, muebles, pinturas y otros efectos del hogar. Con el tiempo, conocieron su honradez y caballerosidad y hoy lo tratan como a un familiar.
“Éramos dos libreros aquí en la Mella: Luis, que estaba frente al mercado, y yo, que llegué a la capital en 1958, y a la Mella en 1960, vendiendo libros nuevos y usados”.
Pero “Internet y la decadencia social” han afectado esa actividad que se niega a abandonar. Ha preferido rebajarlos y llaman la atención los letreros de ofertas a 10, 25 y 50 pesos, “buenos y variados”, porque donde Elías se puede encontrar libros agotados o best sellers universales, novelitas de vaqueros o rosas, cuentos criollos o extranjeros, tratados de derecho, historia, literatura, arte, matemáticas, autoayuda, clásicos, contabilidad, administración, diplomacia, cocina, Excel, biografías, lenguaje… Abundan los diccionarios Larousse recién impresos o antiguos, así como revistas “Selecciones” desde los años 50, “que son las que más se venden, a 25 pesos”.
Los más buscados. “Pedro Mir se vendía mucho. “¿Hay un país en el mundo?” ¡Eso era un filete!, ya no”, exclama Elías afirmando que la Biblia sigue siendo el más buscado. “Es lo que más se vende, y los de GabrielGarcía Márquez, Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Paulo Coelho”, pero se corrige: “Se vendían, se han caído…”.
Sin embargo, a pesar del desinterés por la lectura, aún procuran donde el osado sobreviviente estos títulos que tiene en varias presentaciones y ediciones: “El Masacre se pasa a pie”, de Freddy Prestol Castillo; “El Capital”, de Carlos Marx, que junto a “La Madre”, de Máximo Gorki, y a “María” de Jorge Isaac, tuvieron su época de gloria en los años 70, dice. “María lo buscan mucho en estos días”.
Adquieren “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, de Dale Carnegie; “Padre rico, padre pobre”, por Robert Kiyosaki; “Historia de las ideas políticas”, V. S. Pokrovski y otros; “El secreto”, Rhonda Byrne; “Piense y hágase rico”, Napoleón Hill, y sobre este comenta Elías: “Parece que el título es lo que llama la atención, creen que con eso se van a hacer millonarios”.
Recorriendo estantes, mostrador, mesas de especiales, señala que “el libro de derecho siempre se ha vendido” y muestra “Lecciones de derecho civil”, “Nuevo Código Procesal Penal”, “Historia jurídica de la cancillería dominicana (1844-2001), por Miguel Antonio Rodríguez Cabrera, y diversos formatos de la “Constitución de la República Dominicana”, “que quieren reformar a cada rato”.
“Alejandro Dumas se vendía”, exclama, al igual que Julio Verne, y emite opiniones sobre obras de Hugo Tolentino, Roberto Cassá, Andrés L. Mateo (el de más abundante producción que ofrece Elías). “Los tengo todos”, declara. También Narciso Isa Conde, Manuel Matos Moquete, Cándido Gerón, Frank Moya Pons, Valentina Peguero, Danilo de los Santos, Isabel Allende, Dan Brown…
Elías sigue siendo un referente de todos los libros. Una joven fue a buscar “La diosa erótica”, de Alessandra Rampolla, porque le aseguraron que allí podría encontrarlo. Ella y tres señoras que querían libros de textos fueron los únicos clientes mientras él conversaba con los periodistas. “A veces vendo doscientos y trescientos pesos, pero ayer vendí dos mil: un juego de libros de texto y algunos del baratillo. Hoy, en la mañana entera, no entró una persona. Ya no se vende, uno está en esto porque no hay otra cosa qué hacer”.
Ladrones al acecho. Elías ha vivido una existencia triste, a pesar de que se declara feliz y agradecido. Es un ser calmado, atento, que nació el 15 de febrero de 1932 en Jacagua, Santiago, hijo de Marcelino Martínez y Argelia Tavárez. No conoció a su madre y se crió en Laguna Prieta, trabajador infantil a fuerza de golpes. Escapó del maltrato y fue a Palo Alto junto a un primo a coger el machete. Desyerbaba cinco tareas de tierra a 70 centavos. Después marchó a Gurabo y luego a Nagua a cuidar una finca. “Pasé mucho trabajo”.
Tuvo cuatro matrimonios y cuatro hijos, dos de ellos Jacqueline y Hilary, que son su mayor orgullo. Los otros dos murieron durante la Revolución de Abril.
De sus 87 años, treinta los pasa sin compañera. “No tengo suerte”, manifiesta resignado. Ha vivido del trabajo al hogar.
En 1977 un compadre le prestó 200 pesos para que se encauzara y con ellos adquirió libros y una gruesa de mascotas y “con esa buena fe y educación, crie a mis hijos, la hembra es abogada y vive en Nueva York y el varón está en APEC”.
Solo llegó al quinto de primaria y discurre como un intelectual. “La lectura que más me gusta es la de historia y autoayuda. La mejor historia dominicana es el Manual de Frank Moya Pons, es la que más se vende, es el mejor, por la forma en que describe los hechos, tan claro y llano”.
Un escritor descarga cajas de libros y él comprueba si valen la pena por el índice, “entonces le ofrezco”. Pero a veces reconoce su importancia sin hojearlo. “Tengo la vida en esto, por experiencia sé si lo van a comprar”.
En ocasiones adquiere hasta cuatro cajas, “pero baratos, porque van directo al baratillo, en los estantes ya no puedo colocar más”.
Las ferias del libro y los vendedores de la avenida Duarte son su gran auxilio. No participa, pero vende para que revendan.
Cuando no hay clientes, Elías Porfirio lee. “Yo leía mucho antes, pero entonces los ladrones me acechaban y se aprovechaban, ya solo estoy pendiente del negocio”.

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