¡Ahh la lluvia!

¡Ahh la lluvia!

La falta de servicios adecuados, confiables y seguros es una constante que indica la desatención de los gobiernos a las reales necesidades de la gente.
Cualquier lluvia fuerte saca a flote las fallas permanentes de los gobiernos que saben lo que va a ocurrir y no lo remedian con tiempo, quizá porque prefieren el caos y el desorden, que ellos mismos provocan, para beneficiarse de los repartos de alimentos y vestidos a los damnificados. También en eso hay negocio para los corruptos.
Se revela el robo, la corrupción, la falta de visión con propósitos de hacer respetar la inversión pública.Se permite la construcción de casas y barrios en lugares precarios que se sabe que se inundarán, se deslizan las viviendas por las laderas de ríos y cañadas, ello, porque políticos sinvergüenzas alegan que son electores y que pueden botar por ellos o sus partidos.
No hay supervisión efectiva y profesional para que las calles y carreteras sean construidas con los elementos estructurales adecuados y requeridos para que la inversión en esas vías sea fructífera.
Aunque bastaría con la construcción de una zanja o la colocación de una tubería en el lugar adecuado, éstas y las lluvias por venir inundarán las mismas calles, los mismos barrios y asistiremos, de nuevo, a la pérdida de vidas y bienes de todo tipo.
Es que resulta de más beneficio personal para muchos funcionarios, que se inunden esas calles, que se boten los ríos, que se levante el asfalto de las vías, para ellos y los departamentos que dirigen acudir como salvadores a paliar el desastre y aprovechar para sacar “lo suyo”.
La lluvia provoca de inmediato inundaciones, desplazamiento de personas residentes en lugares precarios.
El inventario incluye la desaparición del asfalto en tramos importantes de las vías urbanas e interurbanas, daños y hasta destrucción de puentes, desesperantes atascamientos de tráfico, cierre de escuelas porque los alumnos y los profesores son de azúcar y no se pueden mojar.
Las aguas inundan fincas, destruyen cultivos, arrastran vacas y otros animales río abajo, por el curso crecido de los ríos.
Los embalses de las represas no tienen capacidad para retener la cantidad de agua y se desperdicia desaguando para evitar el desbordamiento. Ello es debido a que falta sentido previsión. Esos contra embalses retendrían las aguas y se aprovecharía el recurso para construir pequeños acueductos en el trayecto, generar energía y para la agropecuaria. Así se podría retener el agua y disponer de ella una y otra vez.
A comienzos de la década de 1970 escribí un artículo en el periódico El Sol, en él señalaba, fundamentalmente, el desorden que producía la lluvia puesto que entre truenos y agua se suspendía el servicio eléctrico y el del acueducto.

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