Imprudencia y prevención

Imprudencia y  prevención

Siempre me he preguntado, ¿por qué cuando más difícil está la situación y cuando más caótico está el tránsito, más imprudente somos?
Es algo que yo no concibo, y me da mucho trabajo entender….. Queremos “supuestamente” que las cosas estén bajo control y fluyan, pedimos una humanidad con mayor cordura, una sociedad educada, y en nuestro país, un tránsito viable. Pero somos los primeros que no aportamos NADA por tratar de que así sea.
Debemos entender que la prudencia es la moderación, la templanza, la cautela y la sensatez que alguien manifiesta a la hora del actuar y hablar. De manera que, en quien actúa con imprudencia hay una ausencia total de responsabilidad y de compromiso social, porque no piensa ni en sí mismo y mucho menos en quienes se tiene alrededor, porque casi siempre esos actos que se caracterizan por la imprudencia tienen consecuencias sobre la propia persona y sobre otros, y obviamente las mismas no son para nada buenas.
Ayer mismo, bajo el caos del tránsito por las fuertes inundaciones y horribles embotellamientos, más complicaban la situación esos bellos imprudentes que se metían en vía contraría en una calle de dos vías, y entonces ni avanzaba de un lado ni del otro.
Lamentablemente, en los últimos años nos cansamos de ver casos de este tipo de imprudencia llamada temeraria, y que como tal nos anticipa su denominación es ciertamente riesgosa, porque el acto que la caracteriza está absolutamente dominado por el peligro que se le puede provocar a otro, y ni hablar de a uno mismo. Por eso soy partícipe de que para llegar a avanzar en este sentido y logremos que se retraigan este tipo de comportamientos hay que fomentar campañas de concientización e incorporar la educación vial ya desde los primeros años de la escuela, para que la persona se familiarice desde temprana edad con sus responsabilidades.
El imprudente muchas veces acapara al grupo debido a un gran afán de protagonismo. Y la realidad detrás de esto, es que en eso encuentra una poderosa necesidad de aprobación, la cual intenta satisfacer mediante comentarios o acciones fuera de lugar. El imprudente que quiere ganarse a los demás despreciando los efectos secundarios de sus formas, al final acaba perdiéndolos.
Tengamos siempre muy presente, que antes de cualquier actuación con un riesgo potencial, es aconsejable tomar conciencia sobre las consecuencias de nuestros actos. Las personas prudentes piensan antes de actuar, valoran los pros y los contras e intentan minimizar los riesgos en sus actuaciones. Y ciertamente, la precipitación y la improvisación son los enemigos de la prudencia.
“Como virtud que es, la prudencia resulta ser muy ensalzada y motivada desde la Iglesia Católica. Siempre en las misas, los curas tratan de incluir a esta virtud en sus sermones para inculcárselas a los fieles que los escuchan. Es muy importante para la vida cristiana comprometida, porque no solamente acerca a Dios, sino porque también implica una acción en la cual se prima el cuidado propio y del prójimo”. Hagamos mayor conciencia de esto, y actuemos en consonancia.

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