La transformación intertextual en “No les guardo rencor, papá”, de René Rodríguez Soriano

La transformación intertextual en “No les guardo rencor, papá”, de René Rodríguez Soriano

Todo texto propone una lectura. Mientras más rico es el texto como forma artística más valores encontramos en su lectura. Forma y sentido son indisociables, como postula la Poética. Diremos que el arte está en la forma, lugar desde donde mora el sentido o más acabadamente el discurso literario. De entrada, “No les guardo rencor, papá” inicia con varios paratextos (Gérard Genette, “Palimpsestes”, 1982). Podemos afirmar que este estilo-sentido (Meschonnic, 1970) de la obra se encuentra ya en la escritura de Rodríguez Soriano. En muchos de sus cuentos y en su novela “El mal del tiempo” adquiere una significación mayor. Cada cita, recuerda a otras obras y son textos que dialogan con el texto que vamos a leer. De ahí que la ‘intertextualidad’ (J. Kristeva, 1969) designe la lectura como una multilectura por las asociaciones que el lector realiza de otros textos que se refieren o se aluden.
El pequeñín que relata una historia en minúscula, Jorgito, (semiótica donde la escritura transforma la ortografía y la designa como parte de la conciencia del narrador), es una voz que se entronca con el epígrafe (cita) de Joyce, la cama, lo frío y lo caliente. La articulación lingüística desde el yo presenta una focalización que implica al narrador en la historia que narra. Esta perspectiva acerca en nuestra cultura-literatura la obra a “La Mañosa”, de Juan Bosch, a “Los ángeles de hueso,” de Veloz Maggiolo y también “Fantasma de una lejana fantasía” de Piña-Contreras.

El niño también designa la obra con su género, en su propia hipertextualidad. Esto se justifica de entrada por ser la obra una novela de educación o crecimiento; un verdadero “bildungsroman”, como la llaman los alemanes. Los acontecimientos familiares y la vida política del país están contados por una voz infantil que, con sus limitaciones, realiza una crónica de la vida, donde la casa es el espacio-tiempo o cronotopo, de las acciones que ocurren fuera, en el país. La casa es metáfora de la nación, en la medida en que la polis es narrada, contada desde las angustias de la gente simple, que no tiene los hilos de los acontecimientos, pero que ve las acciones humanas con cierta distancia o empatía.

En las obras de Rodríguez Soriano juegan y dialogan las imágenes. No solo las que se construyen en el relato, sino las que se yuxtaponen, entrecruzan y vienen a dialogar con el texto lingüístico. Desde “Canciones rosa para una niña gris metal” hasta esta novela es una constante, un deseo del autor de completar, ampliar la significación con contextos semióticos que completan la historia contada. El soporte gráfico o la alusión sonora podemos justificarlo en el periodismo, en el desarrollo de la televisión en los años ochenta, como la radio en los años de la dictadura. Ya hemos hecho varias acotaciones a la referencia a la radio y al sentido de un discurso radiofónico en su obra.

En “No les guardo rencor, papá” (Madrid, Legados, 2019), la presencia de un expediente judicial propone una nueva lectura, porque hay una escritura que cambia lo habitual. ¿Es el informe un hipotexto (Genette) que transformado parece completar el sentido de la obra? De ser así la novela de Rodríguez Soriano es un hipertexto que transforma la escritura oficial de la época. A la vez que la historiza, la transforma y la recrea. Sobre esto no tengo la menor duda. El lenguaje oficial se muestra por el orden y la precisión con la que el poder organiza su sintaxis, sólo puede existir en su orden; de ahí que la poesía, será ‘el demonio’ contra el poder, porque es la que rompe el orden establecido. Los signos del ordenamiento (form. 257) aparecen en el encabezado del oficio, el nombre de la República, el título Servicio Judicial en mayúscula (servicio que pasó a llamarse El Poder Judicial), el lenguaje de la justicia, el Código de Procedimiento Criminal citado, como un texto oficial ‘violado’ por una acción denominada crimen y la firma del doctor Víctor Garrido hijo. No queda menos que un cuadro que abre un horizonte de expectativa, que desde el inicio nos motiva a muchas preguntas. Y nos lleva a pensar el papel del intelectual ahora en posición de articular el aparato del poder contra Rafael Francisco Bonnelly Batlle.

La fotocopia deja la marca del documento auténtico (fotostática) y el clip, la marca de la oficina. Denota que el documento es verdadero y oficial. En el aparece el ‘effet de réel’ del que habla Roland Barthes al caracterizar la escritura realista (1968). Es un efecto de realidad que rompe la idea del género novela en cuanto es la narración de hechos ficticios. Aquí lo ficticio y lo real juegan su propia partida de dados. El azar nos llevará a distinguir lo uno de lo otro, lo que la realidad aporta y la transformación que nos llega en la poeticidad del relato.

Los intertextos que siguen en la página 23, usando la bastardilla para distinguir la historia narrada de la que provienen los documentos, atenúan el sentido de retrodicción y parece que el documento entra dentro de la narración. Pero es una historia paralela de la cual se deriva la ficción. De ahí el sentido hipertextual de la obra. La escritura oficial contrasta con el discurso narrativo. Se siente el olor del secretario policial que escribe y deja sus huellas: “en honor a la verdad”, la ideología de la familia “confieso mi actitud y sé que es del repudio de mi familia” (ibid.). en la obra dialogan dos discursos: el literario y el oficial, el discurso de los servicios de seguridad. “La justicia” y el “arrepentimiento’. La lengua deja su traza en su propia diacronía, en su historicidad.

Luego el texto apela a otra forma, la del diario. Íntimo recurso del discurso familiar; de lo oculto, de lo personal, de aquello que no se dice, pero que se inscribe en la vida, como que porta ‘lo que pasa y lo que ocurre’. El diario es otro texto que viene a dialogar, a crear un dialogismo (Bajtín) más allá de los demás discursos. Rodríguez Soriano lo usó en “El mal del tiempo” y Andrés L. Mateo en “El violín de la adúltera” o en “La balada de alfonsina Bairán”, todas obras que tienen que ver con la última etapa del trujillismo. En un tiempo de mordaza y silencio, el diario parece ser la forma íntima y secreta de recoger el presente.

El aterrizaje de un avión en El Valle da una apertura a la novedad, los temores, las dudas y la búsqueda de información. Se escuchan los disparos. El padre toma la postura de la seguridad de la familia y vela por el silencio, que permite la simulación o el compromiso con la dictadura. La radio y la oralidad captan la atención y generan preocupación en una familia tradicional. Estructura con la presencia del padre, un hijo universitario y la presencia de muchos libros.

En el diario actúan varias voces, que crean una dialógica polifónica (Bajtín). Por lo que es una forma de la novela, más allá del intertexto de un personaje. El discurso de preocupación familiar, de su catolicismo, es portador del discurso oficial. Los invasores vienen a cambiar la religión, a matar a la gente. La propaganda de la dictadura está ahí. Y quien ose hablar o transformarla con su pensamiento está en peligro de muerte. De ahí proviene la ideología de la unidad familiar como forma de defensa y confirmación del discurso del poder (continuará).

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