Entre los barullos de las elecciones y la captura de El Abusador, se solapa la noticia más importante de los últimos tiempos: la declaración del funcionario de Naciones Unidas quien predice, con toda la razón, que habrá un sunami humano que vendrá desde Haití debido a la hambruna que se agudiza en el vecino país.
El anuncio viene de viejo, pero no queremos ver, no queremos oír y parece que queremos lamentar.
Cuando comencé a ver decenas de jóvenes fuertes, ágiles, pensé esta nueva etapa de la invasión pacífica es la más inteligente. Entonces decidí no comprar comestibles, frutas y frutos, cocidos o no, a los vendedores que los ofertan en las esquinas.
Llegaron acompañados de mujeres con niños colgando del seno, las cuales querían vivir del “por Dios y la pena”; curiosamente desaparecieron.
Los jóvenes haitianos vigorosos dejaron de vender chucherías en las esquinas, se sumergieron dentro de la población, se sumaron a los miles de extranjeros que ocupan puestos de trabajo rechazados por los dominicanos.
El plan funciona. En las vaquerías y en la agricultura, la presencia de haitianos es tan fuerte que sin ellos no se sabe cuál sería el destino de la producción de alimentos. Ya ocurría lo mismo con la industria de la construcción, copada por los haitianos.
La invasión ha sido bien planeada y cuidadosamente ejecutada, que nacionales haitianos forman parte de la Policía y las Fuerzas Armadas, obtienen, como dominicanos, galardones en competencias deportivas internacionales. Están en todas partes, como el arroz blanco.
La invasión es, antes que nada, fruto directo de la angurria de empresarios que prefieren personal haitiano para pagarle sueldos de miseria, pero esa política dejó de ser buena en la industria de la construcción donde ya hay que pagar lo que dice la ley.
La otra razón es la sobrepoblación, la no producción de alimentos, la inexistencia de un Estado de derecho. El hambre y la miseria se juntan con el derecho a la vida y los haitianos están ante la disyuntiva del mar o la República Dominicana.
Entre algunos politiqueros y diletantes, defensores acomodaticios de los derechos humanos, hay una corriente irresponsable que sabe que el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados, fue una acción del Señor Jesucristo; que nadie está obligado a repartir lo que no tiene; que no tenemos que cargar con las miserias y los problemas de Haití, que con los propios lidiamos a duras penas.
¿Estamos preparados para la llegada del sunami humano? No, Definitivamente. No estamos preparados. ¿Cómo detendremos en la frontera 200 o 300 mil personas que quieran cruzar hacia República Dominicana? ¿Qué haremos, les disparemos?
¡Preparémonos!, esa guerra está a la vuelta de la esquina y ya tenemos dentro el caballo de Troya y ¡de qué manera!