JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Nos caen encima las incógnitas del 2005. Las perspectivas son alentadoras, a partir de algunas señales. Personalidades de probada eficiencia y solidad formación profesional y humana acompañan al Presidente Fernández en una ciclópea tarea de corregir entuertos con firmeza, en una actitud que parece dejar atrás la despreocupada veleidad de los «operativos», que se ocupaban transitoriamente de cualquier problema para, en poco días, dejara que todo retornara al descuido, el desorden y la trágica apatía.
Todos tenemos nuestros personajes predilectos, hasta el punto que hace años, el inolvidable Rafael Herrera – que aunque ido de este plano terrenal, permanece vivo en el cariño recuerdo y en la admiración- escribía que tenemos todos hasta nuestros corruptos predilectos. Viene siendo tiempo de que no los tengamos, porque unos y otros, los simpáticos y los antipáticos, los agradables y los insufribles, han saqueado al país. Fernández ha tenido grandes aciertos en la elección de colaboradores honestos y capacitados. Sin ánimo de dejar preteridos a otros, también valiosos, confieso que me entusiasma que tenga a Rafael Alburquerque de Vicepresidente, a Héctor Valdés Albizu en el Banco Central, a Ligia Melo de Cardona en Educación Superior y a Roberto Cassá en el Archivo General de la Nación.
En el breve tiempo transcurrido, se ven, a pleno sol, los cambios positivos y las nuevas rutas en las áreas en que trabajan estos personajes.
No son los únicos. Están el Procurador General Domínguez Brito, los nuevos jefes militares y el de la Policía, que tienen por delante tareas peliagudas, demandantes de gran valor e integridad, para transformar sus «instituciones» en instituciones de verdad, al servicio de un mejor país.
Lo que no me alienta esperanzas es el Congreso, que luce de espaldas a los intereses y conveniencias de la Nación y sobre el cual se mantiene como una nube baja y ominosa la sospecha -fundamentada en trayectorias y riquezas inexplicables- de que buen número de ellos venden su voto al mejor postor….que, por supuesto no es el pueblo, que los eligió y los mantiene en altos niveles económicos, soñando con obtener una representación protectiva y defensora.
El mal viene desde lejos. En la Era de Trujillo, por supuesto, el Congreso, aunque compuesto por individuos de un nivel mucho más alto que el de estos tiempos, era como un sello gomígrafo que legalizaba cuanto venía «desde arriba». Pero no había compra y venta sino rigurosa sumisión al dictador. Antes de los años treinta del siglo pasado, los viejos hacían bromas con la actitud de apáticos congresistas que, adormilados en el aire tibio de las sesiones, a la hora de votar, levantaban la mano indiferente, a tiempo que decían: «corroboro».
Desde hace tiempo, ser congresista es un buen negocio. Por eso pueden invertir tanto dinero en campañas para su elección. Cartelones y vallas a todo color, ofertas sin límites….mentiras descomunales.
¿Podrá cambiarse eso en las nuevas elecciones para diputados y senadores?
Tal vez sirva una formidable campaña educativa para que el pueblo sepa que puede y debe exigirle a sus representantes, cumplimiento de sus deberes y honestidad en su conducta.
Por ahora sólo resta pedirle a Dios que los actuales congresistas reciban una llovizna de pudor.
Y actúen como patriotas.