2012: Revisemos nuestro ADN – Parte II

2012: Revisemos nuestro ADN – Parte II

Píndaro, en nuestra conversación de principios de este año, me dejaste pensativo porque le cargaste el dado a las madres…

No Herminio… terminé diciéndote que “una mamá me dijo hace unos días: nadie, que no sea yo, le pone la mano a mi hijo para alimentarlo, bañarlo, cambiarlo, acariciarlo… o dormirlo”. Y, te agregué: “Ese placer… no tiene precio. Es triste ver cómo los bebés les niegan un beso a sus madres, para refugiarse en sus nanas…” Sugerí que, en este inicio del año, es tiempo de revisar nuestro ADN Familiar y que “evitemos que en el futuro inmediato pueda venir alguien y nos pregunte… ¿Acaso ese es tu hijo?  ¡Y, no sepamos qué responder!”

Sí Píndaro, pero to’se lo tiraste a las mamás… ¿Acaso te olvidas de nosotros los papás? Sé que somos una fuñenda muy grande, pues nos creemos los papaúpas de la matica y, cuando tenemos que dedicar tiempo a uno de nuestros hijos casi siempre nos inventamos un pero para barajar y echarle la cuaba a la mai… Yo creo que es tiempo de que te mojes los pies, seas responsable y reconozcas que los papás no siempre somos un dechado de virtudes…

Jajajajajaja… ¡Ya sabía yo que me ibas a venir con esa jeringa! Lo grande es, que ¡tienes más razón que el caray! La gran diferencia entre nosotros y nuestras parejas es que, sicológicamente, ellas son mucho más sensibles que nosotros.

Anjá Píndaro.. ¡que e’eso! Por eso mismo te dije que na’má no le tires la pelota a ellas…

No, mi amigo, tenía que empezar por algún lado, pero puedes estar seguro que de ésta no nos libramos! Desde el punto de vista de los sexos (Hombre/Mujer), ambos somos más parecidos que diferentes y, por lo tanto, la actitud de las madres viene casi a ser replicada –con más comodidad- por nosotros los padres. Pero, muchas veces queremos ser más valientes que corteses y les echamos a ellas siempre la culpa. Quizás eso nace en unas diferencias existentes entre nosotros, que no siempre son las que tenemos en mente. Hay en nosotros muchos factores que parecería queremos tapar con un dedo: Promiscuidad a tope, debilidad en sostener relaciones estables con nuestras parejas, un deseo interno enorme por tener nuevas experiencias, un carácter neurótico que se nos asoma de vez en cuando y de cuando en vez, y… para coronarnos… tenemos aquello que los mismos especialistas llaman ‘La tríada oscura’: ¡Narcisismo, psicopatía y maquiavelismo! … Y, no me digan que esto último nos lo enseñó un viejo político que nos gobernó, porque eso lo fomentamos a diario cada uno de nosotros… cada vez que queremos.

¡Echa, Píndaro! … ¡Qué duro bajaste!

Bueno, amigo, es que a veces negamos la verdad frente a nosotros… queremos ignorar las leyes físicas y, al mismo tiempo, nos estamos rompiendo nuestras propias piernas. Nuestra inteligencia, como hombres, es bien generalista. Pero resulta y vienen a ser que la de ellas –la de nuestras esposas- también es similar. Lo malo es que, como a veces nos creemos más machos que muchos, tendemos a perder el sentido común que, como me decía el tío Manuel en su naranjal en Canca La Piedra, es el menos común de los sentidos.

Ya veo, Píndaro… ¿Tú entonces crees que a nosotros, los papás, nos falta dar un poco más de nosotros mismos y hacer más equipo con nuestras esposas?

Anda pa’l caray amigo… ¡Claro! No dejemos que nuestro ADN Familiar se siga afectando más. No seamos unos muñecos en esta película de la vida. Nuestros hijos, para ser independientes, necesitan en su crecimiento una referencia de equipo que sólo en casa se la podemos dar. Dejémonos de esa pendejá, y puyemos nuestro ADN Familiar… ¡Ya!

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