2017: motivación, optimismo y esperanza

2017: motivación, optimismo y esperanza

José Miguel Gómez

La triada: motivación, optimismo y esperanza, la viven y la asumen los que son consientes de su propia existencia. Los que han logrado asumir propósitos saludables, deberes defendidos y sentido de vida. La motivación de dónde surgen, quién la provoca y la estimula, por qué se convierte en el combustible humano para ir detrás de los objetivos y metas. Pero también porque existen personas desmotivadas, sin iniciativas, paralizadas y llenas de miedos que no saben cuándo empezar. Sin embargo, otras personas saben por dónde empezar, cuándo, el cómo y hasta dónde parar. Viven motivados, su autoestima, su seguridad, su propio entusiasmo y su propia energía les impulsan a emprender una tarea, asumir un desafío, a ir detrás de un objetivo, o conquistar algún propósito. Nadie sin motivación logra el éxito, profesión, el trabajo, la empresa, el negocio o la maestría. Hoy sabemos de personas paralizadas por la depresión, la fobia social, la evitación, la timidez crónica, estrés postraumático, por el bulling, la baja autoestima, etc. Les lleva a vivir el temor, el miedo y los pensamientos derrotistas que le confirman: “no podrás”, “eres inseguro”, “no te atreves”, “no te lo mereces”.
Es decir, sin la motivación no hay combustible emocional para desafiar y provocar oportunidades en la vida. Pero donde descansa la motivación: en el cerebro, en la autoestima, en las emociones, en la necesidad del logro, en los propósitos, pienso que en todos, su efecto es multicausal. Ahora hablemos del optimismo, como decía el doctor J. Tilghaman: un optimista son aquellos que saben cómo sacar sol y alegría de un día nublado y triste. Los optimistas son altamente positivos, energizantes, esperanzadores, suben montañas y abren caminos. Están preñados de fe, dan caricias, son nutrientes; sueñan, son solidarios y afectivos, capaces de verle el lado bueno y positivo a las cosas; sencillamente son objetivos y racionales en su modo de ser y de actuar. Siempre tiene varias causas de existencia, un gran sentido de utilidad, y un claro sentido de trascendencia. Los optimistas suben montañas, porque confían en sus propias piernas, afrontan las dificultades con alegría, se crece en los obstáculos; en fin, aprenden que el después es ahora, y si algo sale mal, hay que volver hacia las metas trazadas. Pero nunca se culpa, no hace de los fracasos una frustración crónica, no tiene miedo, ni vive con prótesis en el espíritu; son libres, amos de su destino y capitán de su barco como decía Nelson Mandela. El optimista vive motivado, asume propósitos, provoca oportunidades, compite, insiste, persiste y resiste para llegar a la meta. El optimismo es una psicología de vida que solo uno pocos saben asumir y defender en la vida. Saben que la derrota existe, las circunstancias desfavorables, las personas tóxicas y los reveses en la vida; sin embargo, nada les detiene. Un optimista no permite que nadie absolutamente nadie, le asesine su esperanza, ni su sueños, ni su metas, y mucho menos que le pongan las distancias a su pasos. Pero existe una trampa: el pesimista, un sujeto negativo, temeroso, tóxico, inseguro, miedoso y con un sistema de creencia derrotado: “no tengo suerte”, “nadie me ayuda”, “en la vida hay que conformarse”, “yo soy así y así viviré”, etc. Para el 2017, asuma la esperanza, que es la pasión de lo posible, y lo posible se construye en el día a día.
Pero inicie el año con propósitos escritos y asumidos, con fecha, por trimestres, con evoluciones. Existen personas que no progresan; otras, son de luz corta y de distancias cortas. Aquellas personas, jóvenes, adolescentes, adultos que son optimistas, de seguro que logran sus metas, objetivos y propósitos de vida: en la salud, educación, trabajo, felicidad, el propósito saludable y estilo de vida responsable y equilibrado. Por un buen año, por la vida sabia y los caminos sabios. Con motivación, optimismo y esperanza.

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