Los dominicanos nos parecemos a los demás países de la región, pero nuestra historia, raza y cultura son bastante diferentes a países del cono sur, tanto por su europeísmo, como por su trato, históricamente, a sus indígenas. Nuestros indios fueron exterminados por las enfermedades y las bayonetas españolas, y los europeos prácticamente nos abandonaron cuando se descubrieron grandes riquezas en México y Perú.
La explotación de esclavos africanos fue absolutamente distinta en Haití que en nuestro territorio. En muchos aspectos, también somos distintos a los mexicanos y los centroamericanos. Nuestros más cercanos, Cuba, Venezuela y Puerto Rico, han seguido historias y regímenes muy distintos del nuestro.
Las tropas haitianas, encabezadas por Boyer, fueron recibidas con algarabía y aplausos cuando ocuparon el país en 1822. Sus leyes agrarias y la liberación de los pocos esclavos que aquí había, entre otras disposiciones, dinamizaron nuestra economía.
Duarte y los trinitarios, fundadores y restauradores (siendo racialmente negros muchos adalides), jamás se refirieron a raza o color; mulatos, blancos y negros fuimos declarados libres e iguales desde la proclamación de la república, cual fue establecida sobre principios bíblicos de hermandad, libertad, legalidad y demás derechos humanos que sustentó la Revolución Francesa de 1789.
La Restauración de nuestra soberanía fue realizada por gente de clase media y un proletariado rural, gente trabajadora con sentido igualdad y respeto mutuo, no por hordas de vagos o aventureros.
Tenemos “el blanco detrás de la oreja”: Nadie en este país sostiene un pensamiento o actitud de rechazo racial sin arrepentirse y auto recriminarse.
Cierto racismo ha sido básicamente un mecanismo de identificación y diferenciación de clase en procura de auto superación simbólica, de una otredad de referencia positiva; y, recientemente, una conducta “snob” importada, sin autenticidad ni nobleza.
El dominicano común rechaza que individuos sin horizonte y sin firmeza espiritual y psíquica hagan de la xenofobia racista (también importada) provoque división entre nosotros; porque la amplia mayoría, radicalmente, no aceptaremos el racismo. Ello, además, debilitaría nuestra identidad nacional y nuestra capacidad de organizar la defensa del territorio, y nos haría vulnerables a intereses foráneos. Y podría afectar seriamente el turismo. Los turistas aman nuestra conducta amable y desprejuiciada, y admiran nuestro mestizaje. Somos, sobre todo, un pueblo bendecido con nuestra tierra y paisaje, cultura y folclore.
Sin embargo, muchos nos estamos tornando celosos debido a la poca eficacia del control de nuestra frontera y el trato inadecuado a los haitianos pobres e irregulares en el país. (Los haitianos ricos son muy bien tratados).
Sin embargo, el mayor de nuestros propósitos para 2019 debe ser rehabilitar y estabilizar nuestro sistema institucional; hacer valer nuestras leyes y sistema jurídico, y establecer los mecanismos mediante para eliminar para siempre la corrupción como estilo de gobierno y forma de vida de los dominicanos.
La proximidad del proceso electoral 2020 abre una oportunidad enorme de evitar un colapso institucional y cultural de proporciones mayores.
No obstante los muchos problemas y repetidos fracasos, sabemos que podemos ser un mejor país y mejores gentes.